Una industria raquítica (por Álvaro Pons)

A raíz de toda la polémica formada esta semana, se habla mucho de la industria raquítica del tebeo que tenemos en este país. La crisis del tebeo español, siempre se ha dicho y coincido, es que los autores patrios no pueden vivir de su obra en condiciones, por lo que tienen que buscarse las lentejas en otros mercados con remuneraciones mucho más elevadas y que permiten vivir de esto de dibujar. Y se ha culpado de este hecho, por activa y por pasiva, a la no existencia de industria en nuestro país. De la falta de un mercado de venta de tebeos y de unas ventas minimalistas. Lo hemos dicho todos y todos hemos dicho amén a eso.
Sin embargo, hagamos un poco de cuentas: el negocio del tebeo en España mueve alrededor de un 3% del total del mercado editorial. No es mucho, parece, pero en Francia el porcentaje, aún siendo el doble, no es especialmente espectacular: un 6%. Según FICOMIC, el negocio del tebeo en España mueve alrededor de los 100 millones de euros, cercano a la cifra que da el Informe sobre el Comercio Interior del libro en España, que lo cifra para el 2007 en un poco por debajo de los 80 millones de euros.
La tirada media en Francia está calculada en unos 6000 ejemplares (una cifra que, teniendo en cuenta la gran diferencia de tiradas y las brutales cifras de los tebeos más vendidos, se hace poco realista, sería más interesante conocer la moda o la mediana, que será mucho más pequeña), en España, rondará los 2000 o 2500. Aun teniendo en cuenta las diferencias evidentes de escala económica, no parece que las discrepancias económicas justifiquen la mayor diferencia cualitativa entre el mercado francés y español: la presencia mayoritaria del autor patrio.
En Francia, de las 95 series de más tirada (por encima de los 50.000 ejemplares, sin contar el manga) casi un 100% son de autores francesas. Las excepciones vienen de personajes televisivos como Garfield o Los Simpson y de algún infiltrado como Mr. Art Spiegelman (que, en Francia, es un superventas, ¡quién lo diría!). La diferencia debería ser, simplemente, que al haber un mayor mercado, hay más autores pudiendo vivir de su trabajo.
¿Por qué en España no? La pregunta del millón.
Pero si uno empieza a pensar esos números, resulta que en España, lo que más vende es el tebeo propio. Y los hechos son claros: en esta piel de toro nuestra arrasan Mortadelo y Filemón, El Jueves, los tebeos de Purita Campos y las ediciones nostálgicas de Ediciones B. Y Arrugas, claro. A años luz del resto de tebeos, muy por encima del manga, de los superhéroes y del Sursum Korda.
¿Entonces?
Resulta que hay una industria del tebeo y que encima lo que más vende es lo español.
¿Cuál es el problema?
Supongo cada cual puede hacer su evaluación, pero creo que el problema no es la cantidad de la industria, sino su modelo. Si analizamos un poco el francés, vemos que está basado en un sistema de producción industrial por encargo típico del mercado del libro. Las editoriales prueban y prueban y prueban, a la búsqueda de la piedra filosofal (alias “bestseller”) con el que poder tener sustanciosos beneficios. Lo que es lógico, obviamente. Es un sistema basado en una rueda engrasada, en el que se publica una cantidad muy alta de novedades y tan sólo una pequeña parte es la afortunada que tiene éxito de ventas, pero que permite financiar holgadamente la estructura para seguir buscando nuevos bestsellers.
Los autores entran dentro de esa estructura como parte integrante de ella, ya sea a través de propuestas de productos propios o mediante encargos, que pasan por un comité editorial que evalúa la comercialidad de la propuesta (o a veces, cosa rara, el interés artístico… ganan pasta, se lo pueden permitir) y que paga al autor según un sistema establecido: un adelanto sobre un porcentaje de las ventas, generalmente entre el 8 y el 12% (no es lo mismo que seas Zep o el chavalín español ese tan simpático). Se hace un cálculo generalmente a fondo perdido y se avanza al autor el 50% del total. El editor paga esa cantidad independientemente de las ventas. Si las ventas superan ese porcentaje adelantado, se hacen liquidaciones. Si no llega a las ventas pensadas, se jode. Y el autor, que difícilmente repetirá en esa editorial, por supuesto.
Sobre tiradas previstas de 15.000 ejemplares (una tirada normal de una serie “comercial” de batalla), el resultado es bastante aceptable. Si se añaden pagos por material promocional, portadas, etc, al final un autor recibe un precio por página hasta razonable.
Un autor que consigue entrar dentro del circuito de obras comerciales, puede vivir de su obra, sin lujos, pero sin aprietos.
Ahora bien, si tenemos en cuenta que casi se produjeron 3000 obras de autores nacionales en Francia y que las editoriales “comerciales” publicaron casi el 50% de esas, las otras 1500 (que se pueden adscribir a editoriales pequeñas y a lo que podríamos llamar obra de autor) corresponden a autores que, manteniendo el modelo de pago, cobraron generalmente cantidades ínfimas por sus obras. Estos autores tenían dos opciones: o compaginaban “obras de autor” con las “comerciales” o su “obra de autor” con otro tipo de trabajos.
Es un modelo que permite vivir de tu trabajo si aceptas hacer una obra, digamos, menos personal (ojo, no es una generalización, hay autores que viven perfectamente de obras personalísimas, es sólo una aproximación). Si quieres hacer una obra menos comercial te diriges a las editoriales pequeñas: cada uno elige. Si se sigue la vía “personal” (y es una etiqueta, no significa más que un intento de generalización de esas editoriales pequeñas), pues cobrarás poco o poquísimo por tu obra, a no ser que venda muchísimo (Persépolis, por ejemplo). Si sigues la vía “comercial” cobrarás dignamente aunque de tu obra al final se vendan 100 ejemplares. Eso sí, si vendes sólo 100, es muy difícil que vuelvas a currar en esa editorial. Ley de oferta y demanda: el empresario apuesta contigo, falla, pues no vuelve a tropezar en la misma piedra.
En nuestro país se ha importado el modelo de pago por adelanto, al igual que en Francia… pero parece que nadie vive de su obra si no se llama Ibáñez. Existe, desde luego, ese porcentaje de autores de obra personal que puede ir a editoriales pequeñas y verse editado cobrando cantidades muy pequeñas, exactamente igual que en el modelo francés… ¿pero dónde están las editoriales que apuestan por los autores españoles y por “hacer industria”?
Si uno mira el sistema francés, estas editoriales deberían ser las más grandes, las que tienen bestsellers que permiten esa criba continuada de obras a la búsqueda de otra obra de gran venta. Editoriales que pueden hacer inversión en promoción, que pueden encargar obra a precios competitivos para el autor porque están invirtiendo en la búsqueda de ese bestseller. Y que copan, todo sea dicho, más de la mitad de las novedades francesas. Da igual que con uno o diez autores se pierda dinero, ya llegará el de ventas brutales. Sin embargo, en España, las editoriales grandes no se caracterizan especialmente por defender al autor nacional. Si asumimos que Ediciones B es la gran editorial de tebeos en España, la que vende burradas gracias a Ibáñez, las enésimas ediciones de Capitán Trueno y Los Simpson… ¿Dónde está su apuesta por los autores españoles?¿Dónde está su inversión en publicidad y promoción? Y quien dice B, dice Salvat, dice Planeta DeAgostini, dice Random House, dice SM, etc, etc. Las grandes, las que de verdad pueden invertir, las que tienen estructuras detrás preparadas, que pueden hacer inversiones a largo plazo. Cierto es que Planeta acaba de lanzar una colección de autores españoles pero… ¿se está promocionando? ¿Se está invirtiendo de acuerdo a criterios razonables para el autor? Pagar 6.000 euros de adelanto es espectacular en el mercado español, es indudable, pero no es una cantidad que ponga al autor en igualdad de condiciones frente al resto de Europa. Es loable la apuesta por el tebeo español que hace la editorial, sin duda, pero los tebeos no se venden por ponerlos en una estantería. Hay que moverlos, promocionarlos, arriesgar y apostar. Y una editorial grande es la que debería hacer esa apuesta. También Random House está publicando obra de autores españoles… ya amortizada por haber sido publicada previamente en El Jueves. Precisamente la única editorial que de verdad está apostando por el tebeo de autores españoles. Con todo lo que se pueda criticar a la veterana revista, es la única cuya editorial está haciendo una labor continuada de promoción y búsqueda de autores nacionales. En todo momento están incorporando nuevos autores, se paga de acuerdo a criterios establecidos y no simplemente de porcentaje de ventas… Y, además, están intentando todo tipo de nuevos formatos para poder dar salida a sus autores: coaliciones con RBA, colecciones de libro de bolsillo, apuesta por las nuevas tecnologías… ¡Se permiten el lujo de compatibilizar a los autores de siempre con los nuevos! Hoy por hoy, son el verdadero motor del tebeo nacional y la única opción válida para los autores. Y, curioso: hacen promoción, tiran de autores españoles…¡y ganan dinero! ¿No era imposible?
Una labor que, a mucha menor escala, están haciendo otras editoriales “pequeñas”: Glénat está reinvirtiendo las jugosas ganancias del manga en recuperar la obra de autores españoles clásicos (los Giménez, Font, Usero, Bernet, etc) que, de vez en cuando, le sale muy bien: Purita Campos es hoy, por hoy, la superventas de la editorial. Y sus ganancias se reinvertirán en una línea de obras derivadas realizadas por autores nacionales, no está nada mal. Norma Editorial, una empresa que llevaba años restringiendo su producción propia a Luis Royo y poco más, está apostando por obra nacional (en formato “novela gráfica”) y lo está promocionando y luchando por él. Tanto Olimpita como Burbujas están teniendo una activa labor de promoción, con presentaciones, presencia en medios… y eso, curioso, se traduce en ventas. En Galicia, Retranca está intentando apostar también por los autores gallegos en una revista de humor.
Y, por supuesto, tenemos Arrugas. Una obra que lleva ya casi 20.000 ejemplares que deberían ruborizar a la industria española. Porque recordemos que el álbum de Paco Roca existe porque una editorial francesa apostó por él y lo produjo. Pagando un adelanto sobre una tirada previamente estipulada, como es habitual.
Astiberri, Ponent, Sins Entido, Diábolo, Dolmen… todas están apostando por el tebeo español, pero no se les puede pedir que “hagan industria”. Son editoriales muy pequeñas que no pueden afrontar los costes de una producción propia comercial de carácter masivo. Aun cuando se supiera con seguridad de la comercialidad de un proyecto, difícilmente podrían abordar los gastos derivados de una producción y distribución a gran escala. Su labor es la que están haciendo muy bien: mantener ese mercado alternativo de “obra de autor” menos comercial, pero que permite que nuevos autores estén preparados y que autores “profesionales” puedan hacer ejercicios más personales fuera de los circuitos habituales. Da igual que en estas editoriales se cobre poco: las reglas del juego son claras, son asumidas por los autores y estas editoriales no están haciéndole la competencia a nadie. Su contribución a la cifra de negocio que antes daba es minúscula, pero son la “cantera”. Por mucho que Jean Christophe Menu se queje porque las grandes editoriales francesas “roban” autores a las pequeñas, es simple expresión del funcionamiento natural: las pequeñas descubren a autores y las grandes se renuevan gracias a esos autores. Pero las primeras existen gracias a que las grandes han generado un mercado y una infraestructura de distribución. Gustará o no, pero es una simbiosis bastante correcta.
También he leído mucho estos días que la culpa es de los autores españoles porque no presentan proyectos comerciales. Una afirmación tristemente injusta. Seamos claros: ¿a quién se lo presentan? Yo puedo dar fe de que la mayoría de los autores españoles tiene proyectos personales y comerciales. Los personales los llevan a las editoriales españolas, los “comerciales” los sacan fuera, a Francia o USA. La razón es obvia: para que le paguen lo mismo por un proyecto comercial que por otro personal, mejor moverlo fuera y que se pueda obtener una remuneración aceptable por el trabajo. Y no los presentan a las editoriales españolas porque saben que de las pequeñas van a obtener palabras muy positivas pero bajos ingresos y que de las grandes no hace falta ni acercarse: ni los van a mirar.
Y he ahí, a mi entender, el problema: una gran industria que ha olvidado que tiene que seguir generando industria. Que se ha acomodado en una situación perfecta: no se arriesga, se vive de baratos derechos extranjeros, de valores seguros o, peor, de la publicación de obras ya amortizadas. Mientras se sigan teniendo suculentos ingresos, todo es perfecto. Pero lo lógico, lo que dicta eso llamado “la lógica empresarial” es que deberían estar haciendo lo que hace El Jueves: generar industria.
No tenemos una industria del tebeo espectacular, es cierto, pero sí que tiene la consistencia suficiente como para dar de comer a muchos autores. Pero por desgracia, haciendo un símil bancario –admito, poco adecuado en estos tiempos-, nuestra “gran industria” del tebeo parece preferir los bajos intereses de un plazo fijo a invertir en bolsa. Es verdad que las editoriales no son ONG y lo que quieren es ganar dinero, pero el negocio no nace en los árboles. Hay que sembrarlo, abonarlo y esperar que crezca para recoger frutos. Sin semillas, no hay frutos.
La situación del mercado español no es, ni para bien ni para mal, culpa del autor español. Ni del que se va, ni del que se queda, ni del que cobra mucho ni del que cobra poco.
Es lo que yo creo, claro.PD: y no, no he hablado de intrusos. Por desgracia, o por suerte, quién sabe, eso es algo inherente a cualquier profesión que se ejerza como autónomo.
Álvaro Pons. La carcel de papel. Publicado el 18 Mayo 2009