1984, el año de Orwell

En 1949, George Orwell publicaba 1984, una novela de anticipación que describía un futuro oscuro e inquietante y que el paso de los años, en algunos casos, dejó como apenas testimonial ante una realidad aún peor. Lo cierto es que el título de esa obra emblemática dio nombre a una revista de cómics que Toutain Editor sacaba precisamente en los 80. Las historias de Tragaperras fueron producidas en 1984 y editadas en aquella recordada publicación.
En febrero de ese mismo año, Apple Inc. presentaba su ordenador personal Macintosh 128K y Fidel Castro visitaba por primera vez España. En mayo, el Tribunal Internacional de la Haya sentenciaba a EE.UU. a suspender el bloqueo y minado de los puertos de Nicaragua (EE.UU. no hizo ni caso, claro), y en agosto, despegaba el primer Discovery de la NASA. Jean Giraud publicaba El final del camino, de las aventuras del Teniente Blueberry, y Moebius presentaba Lo que está abajo, de la serie del Incal. Muñoz y Sampayo lanzaban Encuentros y reencuentros, de Alack Sinner, y Otomo recibía el Premio Kodansha por su Akira.
En ese año también nacían Andrés Iniesta y Scarlett Johansson, y morían Julio Cortázar, François Truffaut y Sam Pekinpah. Keith Jarret grababa Changes y Bruce Springsteen, Born in the USA. Spielberg filmaba su Indiana Jones y el templo maldito, James Cameron, Terminator, y nacía Freddy Krueger de la mano de Wes Craven en Pesadilla en Elm Street. Y para terminar casi donde empezamos, Michael Radford estrenaba 1984, basada en la novela homónima de Orwell.
Ese era el entorno cuando hice Tragaperras junto con Trillo. Desde el punto de vista del dibujo, es incuestionable la deuda con la imaginación y la maestría de Moebius, y lejos de acercarme a sus virtudes, al menos procuré ser permeable a su influencia. En cuanto a las peripecias que narramos, en casi todas está presente el humor, o al menos una mirada irónica sobre lo que se cuenta, y un indudable regusto amargo por la soledad de sus personajes. Añadiré que eran, casi, mis primeras experiencias en el color, iniciadas antes en olvidables ensayos en Ficcionario.
Como curiosidad para los aficionados, contaré que algunas páginas (la 4, la 5 y la 6) del episodio titulado S y M las colorearon Alfonso Azpiri y Juan Giménez (¡nada menos!) en un gesto de amistad que nunca pagué y que siempre agradeceré.

Texto: Horacio Altuna