Los marxistas también leen cómics

Es sabido que el cómic moderno nació como un elemento puramente mercantil, a partir de la rivalidad de dos magnates de la prensa neuyorkina, Joseph Pulitzer (propietario del New York World ) y William Randolf Hearst (propietario del New York Journal ). La primera historieta moderna, The Yellow Kid (R. F. Outcault, 1896), fue el ejemplo perfecto de un producto artístico que se convertía en un objeto mercantil y para el consumo de las masas. La historieta moderna, naciendo y creciendo en un ambiente capitalista no podría desprenderse tan fácilmente de éste y a terminado, en muchas ocasiones, sirviendo directamente a sus intereses.
Reflexiones como estas son las que nos ofrece un libro muy particular titulado Ensayos marxistas sobre los cómics. Quizás para el neófito en asuntos de la narración dibujada el libro parezca demasiado pretencioso, por aquello de querer analizar, bajo la óptica de los postulados de Carlos Marx, una serie de anodinos productos, de basura cultural para las masas. Mientras que para otros, el ver algunas historietas como tema de análisis para comprender los engranajes de un sistema como el capitalista, el tema parezca de lo más obvio. Así que con Ensayos marxistas sobre los cómics la opinión puede ser, en gran medida, dividida pues se trata de un libro que, a pesar de algunos aciertos, tiene un molesto tufillo de lo que podríamos llamar mamertismo, conservando los “dogmas” de la teoría marxista y traspolandolos a un tema como el de los cómics.
En términos formales Ensayos marxistas sobre los cómics es un libro que parece ser editado de manera pirata (bueno, no hay un sello editorial que lo respalde) y, aunque no aparece la fecha de edición, se puede presumir que fue impreso por allá en la década de los setenta –cuando el marxismo caló de lleno en las juventudes universitarias de Latinoamérica–. El libro se divide en varios ensayos de diferentes autores: Comics y relaciones mercantiles , escrito por Jorge Vergara, que analiza el cómic, desde su nacimiento hasta nuestros días (presente de la edición del libro), como producto del capitalismo, como mercancía y propaganda al servicio del sistema capitalista, pero también destacando el enorme poder de penetración de los cómics en la cultura popular, en este caso particular de la latinoamericana; Walt Disney y la pedagogía reaccionaria , escrito por Fernando Pérez, es un ensayo que desde el titulo nos advierte su contenido, se trata de un texto que desenmascara las oscuras pretensiones de Disney, el carácter propagandístico de todas sus creaciones y su indiscutible talante de gran corporación al servicio del capitalismo:
“La fabula defiende una moral instituida y esa moral salvaguarda los intereses del sistema, elevándolo al rango de fetiches universales. El papel cultural y social desempeñado por Walt Disney tiene su definición en el propósito moral que tan inimaginablemente ha dosificado en su innumerable cadena de producción.” (pág 64).
Rene Rebetez arremete contra Batman y otros supehéroes en su ensayo El cómic, un sobornado testigo de la época, además que hace una reflexión acerca de por qué la historieta penetra más fácilmente en la cultura popular que otro tipo de manifestaciones artísticas, al mismo tiempo que se pregunta por un supuesto cómic precolombino y finaliza con una pequeña alusión a los cómics del futuro (en este caso habla de Jodelle , el cómic sicodélico de Guy Pellaert y Barbarella, de Jean-Claude Forrest), que están lejos del imperialismo impuesto por las “estupidizantes” historietas norteamericanas.
En La industria cultural: cuestiones semiológicas, Ludolfo Paramio analiza aspectos de fondo dentro de esta tendida reflexión sobre los cómics, su papel dentro de la cultura popular y su poder de penetración; y en el último ensayo titulado El cómic de la miseria o la miseria del cómic, Carlos Montalvo añade el color local hablando de la casi inexistente historieta colombiana y centra su visión en la historieta del gamín Copetín, de Ernesto Franco:
“Copetín y su “gallada” son el subproducto de un sistema social basado en la expoliación sistematica de grandes sectores de la población colombiana.” (pag 102).
Aunque Ensayos marxistas sobre los cómics es un libro que conserva un discurso coherente –aunque basado en mamertismos de los seguidores de Marx de los años setenta–, no deja de tener un cierto aire de tratado al estilo del que escribiera el siquiatra Frederic Wertham, a mediados de los años cincuenta, titulado La seducción del inocente, un tratado que descalificaba de lleno todo tipo de obras en cómic aduciendo que eran un mal para la infancia y la juventud, y que a la postre fue el vaso que rebosó la copa para iniciar, en 1954, la autocensura de los cómics en Norteamérica. Pero lo que más atrae de la edición que tengo, entre mis manos, de Ensayos marxistas sobre los cómics es indiscutiblemente su portada: Tribilín, en segundo plano, disfrazado de vaquero y con un indiscutible enojo –¿Por qué? No lo sabemos– y recostado en un tío rico McPato aún más furioso y temible, pues está disfrazado de gangaster, lleva un prendedor que dice “God bless America” y tiene en sus manos un metralleta Tommy que acaba de accionar, pues aún despide humo de la boquilla. Con semejante portada se podría decir que jamás volvería a leer cómics pero, afortunadamente, el libro por dentro es mucho más inofensivo, quizás como lo fueron los mamertos de los años setenta.

Texto: Álvaro Vélez. Publicado por la Revista Universidad de Antioquia (edición 282, Medellín, oct-dic, 2005).