¿Estamos criando niños hiperactivos?

Ciertos aditivos, colorantes alimentarios y varios pesticidas y abonos químicos de síntesis utilizados en la agricultura y en parques y jardines públicos son sustancias sospechosas de provocar déficit de atención que, además, puede ir acompañado de hiperactividad e impulsividad (TDA/H).
Se sospecha que los colorantes azoicos están implicados en el desarrollo de alergias y de hiperactividad en jóvenes y niños. Desde julio de 2010, los productos que contengan este tipo de sustancias (dulces y bebidas azucaradas, normalmente destinados a estos dos grupos de consumidores), deben incluir la siguiente advertencia en su embalaje para poder ser comercializados en la Unión Europea: “Puede provocar efectos indeseables sobre la actividad y la atención en los niños”. Para las asociaciones de consumidores, su prohibición estaría de sobra justificada, ya que estas sustancias sólo se utilizan para aumentar el atractivo de ciertos productos. En Suiza, dos de los supermercados más importantes del país se han propuesto eliminar de su oferta todo producto que contenga este tipo de sustancias a partir de 2012.
Un estudio llevado a cabo por el departamento de salud medioambiental y epidemiología de la facultad de salud pública de la universidad de Harvard, en Boston, relacionaba estos síndromes con la exposición de los niños a elevadas dosis de pesticidas. El estudio plantea la cuestión de si nuestro medioambiente sería el causante de la hiperactividad infantil, una enfermedad común en nuestro tiempo.
La primera descripción clínica de la hiperactividad se remonta a 1846 y la primera descripción detallada data de 1905. El TDA/H existe desde hace mucho tiempo, pero es muy probable que el actual contexto intensifique sus síntomas: la alimentación, el ritmo de vida a que están sometidos los niños y la gran oferta de actividades extraescolares desempeñan un importante papel en el desarrollo de estas perturbaciones.
Aproximadamente entre un 7% y un 10% de los niños sufre este síndrome. El término “hiperactividad” puede conducir a errores, ya que se puede estar ante un niño tranquilo y calmado que sufra problemas de atención. Debido a la complejidad de la enfermedad, es aconsejable que el diagnóstico sea realizado por un especialista en la materia.
En caso de que el diagnóstico resulte positivo, es importante que los padres conozcan las diversas alternativas a la medicación tales como la psicoterapia, la instrucción y el entrenamiento de los padres y del niño, el apoyo pedagógico e incluso entrenamientos informáticos para la atención y la memoria de trabajo.
En cuanto a la alimentación, es aconsejable evitar alimentos que contengan colorantes y azúcares. Si bien los colorantes, los pesticidas, los alimentos altos en azúcares y la presión a la que son sometidos los adolescentes no van a provocar la enfermedad por sí mismos, sí pueden desencadenarla o hacer que un caso bajo control se convierta en un caso grave.
ConsejosSi se compran golosinas o bebidas azucaradas es importante prestar atención a la lista de ingredientes, al igual que en la compra de cualquier otro producto alimenticio. Los colorantes azoicos se presentan con los siguientes números: E102 (tartracina), E110 (amarillo crepúsculo, amarillo ocaso o amarillo n° 5), E122 (azorubina, carmosina), E124 (rojo cochinilla), E129 (rojo allura AC) y E104 (amarillo de quinolina). El amarillo de quinolina (E104) no es un colorante azoico, pero es igualmente sospechoso de provocar alergias e hiperactividad en los niños.
Fuente: ladyverd.com
VER estudio completo de la Universidad de Harvard