Un hombre de negocios estaba en el embarcadero de un pueblecito costero cuando llegó una barca con un solo tripulante y varios soberbios atunes.
El hombre de negocios felicitó al lugareño por la calidad del pescado y le preguntó cuánto tiempo había tardado en pescarlo. El lugareño replicó: Oh! Sólo un ratito. Entonces el hombre de negocios le preguntó por qué no se había quedado más tiempo para coger más peces. El lugareño dijo que ya tenía suficiente para las necesidades de su familia.
- El empresario volvió a preguntar: ¿Y qué hace usted entonces con el resto de su tiempo? - El lugareño contestó: - Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer, voy cada tarde al pueblo a tomar unas copas y a tocar la guitarra con los amigos. Tengo una vida plena y ocupada, señor.
- El empresario dijo con tono burlón: - Soy un graduado de Harvard y le podría echar una mano. Debería dedicar más tiempo a la pesca y con las ganancias comprarse una barca más grande. Con los beneficios que le reportaría una barca más grande, podría comprar varias barcas. Con el tiempo, podría hacerse con una flotilla de barcas de pesca. En vez de vender su captura a un intermediado, se la podría vender al mayorista; incluso podría llegar a tener su propia fábrica de conservas. Controlaría el producto, el proceso industrial y la comercialización. Tendría que irse de esta aldea y mudarse a la capital, luego a Londres y finalmente a Nueva York, donde dirigiría su propia empresa en expansión. - Pero señor, ¿cuánto tiempo tardaría todo eso? - De quince a veinte años. - Y luego ¿qué? - El negociante soltó una carcajada y dijo que eso era la mejor parte: - Cuando llegue el momento oportuno, puede vender la empresa en bolsa y hacerse muy rico. Ganaría millones. - ¿Millones, señor? Y luego ¿que?
-Luego se podría retirar. Irse a un pequeño pueblo costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, dormir la siesta con su mujer e irse de paseo al pueblo por las tardes a tomar unas copas y tocar la guitarra con sus amigos, ...
El hombre de negocios felicitó al lugareño por la calidad del pescado y le preguntó cuánto tiempo había tardado en pescarlo. El lugareño replicó: Oh! Sólo un ratito. Entonces el hombre de negocios le preguntó por qué no se había quedado más tiempo para coger más peces. El lugareño dijo que ya tenía suficiente para las necesidades de su familia.
- El empresario volvió a preguntar: ¿Y qué hace usted entonces con el resto de su tiempo? - El lugareño contestó: - Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer, voy cada tarde al pueblo a tomar unas copas y a tocar la guitarra con los amigos. Tengo una vida plena y ocupada, señor.
- El empresario dijo con tono burlón: - Soy un graduado de Harvard y le podría echar una mano. Debería dedicar más tiempo a la pesca y con las ganancias comprarse una barca más grande. Con los beneficios que le reportaría una barca más grande, podría comprar varias barcas. Con el tiempo, podría hacerse con una flotilla de barcas de pesca. En vez de vender su captura a un intermediado, se la podría vender al mayorista; incluso podría llegar a tener su propia fábrica de conservas. Controlaría el producto, el proceso industrial y la comercialización. Tendría que irse de esta aldea y mudarse a la capital, luego a Londres y finalmente a Nueva York, donde dirigiría su propia empresa en expansión. - Pero señor, ¿cuánto tiempo tardaría todo eso? - De quince a veinte años. - Y luego ¿qué? - El negociante soltó una carcajada y dijo que eso era la mejor parte: - Cuando llegue el momento oportuno, puede vender la empresa en bolsa y hacerse muy rico. Ganaría millones. - ¿Millones, señor? Y luego ¿que?
-Luego se podría retirar. Irse a un pequeño pueblo costero donde podría dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, dormir la siesta con su mujer e irse de paseo al pueblo por las tardes a tomar unas copas y tocar la guitarra con sus amigos, ...