El pasado lunes tenía una reunión en Madrid a la una de la tarde. La persona que me gestionaba los billetes me recomendó coger el tren de las 10 ya que de esta forma llegaba justo a tiempo y no tenía que madrugar. Sin embargo, yo le comenté que prefería salir pronto y así poder visitar algunas tiendas de cómics en Madrid antes de la reunión. “Ah claro, le quiere comprar algún tebeo a su hijo”, afirmó. “No. Son para mí”, le rebatí, inocentemente. Sorprendida, me preguntó: “¿y de qué tipo le gustan? ¿de superhéroes?”. Como todo lo desconocido, el cómic está lleno de estereotipos. Las pequeñas obras de arte que son muchas de las viñetas de los grandes maestros son ignoradas no sólo por el gran público si no también por profesionales de la pintura “convencional” ya sean artistas, críticos o galeristas. La pescadilla que se muerde la cola. Sin demanda, no hay oferta y el potencial expresivo y creativo de tantos y tantos autores de cómics españoles se diluye en otras actividades más comerciales como la ilustración o el diseño. Al final acabamos leyendo las reediciones de siempre. “Mortadelo y Filemón. Mis tebeos favoritos son Mortadelo y Filemón” le contesté.