Magnífico artículo de periodismo de investigación de ÓSCAR SENAR para Heraldo que junto con Marcos J. Wander (Malavida) se están empeñando en sacar a la luz autores de cómic aragoneses injustamente olvidados. Copio tal cual: "Aunque quizás hoy a ningún aragonés le suene su nombre, este zaragozano, nacido en 1902, fue el dibujante de una de las tiras de cómic más populares de Francia a mediados del siglo XX. La fama de su tebeo "Cheri-Bibi" fue tal que un álbum de Astérix contiene una referencia a su obra, e incluso François Mitterrand, presidente de la República Francesa, llegó a mencionarlo como su historieta favorita. A mediados del siglo pasado, el periódico "France Soir" era uno de los rotativos más prósperos de Francia. En 1961, por ejemplo, alcanzó unas ventas medias de más de 1.100.000 ejemplares diarios. En aquella época dorada -"France Soir" entró en declive en los años 70-, Regino Bernad era uno de los autores que contribuían al éxito del diario, que dedicaba su contraportada entera a las "bandes desinées" (tiras de cómic). La andadura de Bernad en el mundo de la historieta acabó en 1967, y murió totalmente olvidado pocos años después. En España no había referencias a él, hasta que la inquietud de un ingeniero zaragozano sacó a la luz un curioso homenaje. Raúl Minchinela, autor del blog "No recomendable", releía el álbum "Astérix y Cleopatra" (publicado por primera vez en 1965), prestando atención a los "guiños" que introdujo su guionista, René Goscinny, cuando encontró una ilustración que remitía a "France Soir" y en la que aparecían unas viñetas. "Como sé que Goscinny era meticuloso en todo, me pregunté a quiénes se refería allí", explica Minchinela. Rastreando por Internet, encontró la respuesta: el creador del héroe galo hacía alusión a "Cheri-Bibi", cómic salido de los lápices de un aragonés, Regino Bernad. La tira "Cheri-Bibi" era una adaptación de la novela homónima de Gaston Lerroux -el creador de "El fantasma de la ópera"-, en la que Bernad ponía las imágenes a los textos de Alfred Gaston Lerroux, hijo del escritor. La historia era un folletín muy del gusto de la época. Cheri-Bibi es el apodo de un joven dotado de una fuerza extraordinaria, que resulta acusado de un crimen que no cometió. El héroe es encarcelado y, tras fugarse, cambia su rostro mediante la cirugía. La fatalidad querrá que su nueva cara sea igual que la del verdadero asesino. Un autor popular
Regino Bernad empezó a dar vida a esta rocambolesca historia en 1951. Según una anécdota recogida por Alain Beyrand, autor de una pequeña biografía sobre el dibujante, dos años después de su debut, Bernad decidió dejar la serie por fatiga. Entonces, el dibujante Foz tomó el relevo de "Cheri-Bibi", llegando a crear 154 tiras. Pero el público echaba de menos el peculiar estilo del zaragozano, e inundó de cartas el "France Soir" pidiendo su vuelta. Bernad retomó la serie y, afianzado, la continuó sin descanso durante 14 años. ¿Qué tenían sus diseños para atraer tanto? Además de un claro toque cómico, su característica más acentuada era que los personajes se salían del cuadro de la viñeta. "Es una autor que a fecha de hoy sería muy moderno estéticamente. Su grafismo es parecido al que se hace ahora en Estados Unidos", observa Minchinela. La modernidad de Bernad es algo en lo que coinciden los (pocos) que conocen su trayectoria. Para Gilles Ratier, crítico de cómic francés, "sus diseños debían de ser muy modernos en aquel momento y el estilo de algunos autores en boga hoy día, como Joann Sfar o Dupuy y Barberian, no se aleja mucho del suyo". Julio Ribera, un español que también dibujó para el "France Soir", todavía recuerda la impresión que le causaban las viñetas de Bernad. "Llamaban la atención, y eso no era fácil en una página llena de grandes autores. Sus ilustraciones tenían una personalidad muy fuerte", señala. Ribera, instalado en Francia desde 1954 y todavía en activo, tuvo la oportunidad de conocer a su admirado autor en los pasillos de la redacción del periódico. Tan apenas cruzaron unas palabras de presentación, en francés, un idioma que Bernad hablaba sin acento. Hasta ahora, muchos años después, Ribera no ha sabido que eran compatriotas. Según su biógrafo, Bernad solo regresó a España en contadas ocasiones, y llegó a considerarse prisionero de su trabajo. "Quizás para evadirse -apunta Beyrand-, hizo que sus personajes atravesaran el límite de las viñetas.
El ilustrador que más emocionó a Mitterrand acabó como portero
Bernad pasó los últimos años de su vida trabajando como portero de un estadio de fútbol en París y murió sin ningún reconocimiento a su arte. Quizás nunca llegó a saber que tuvo entre sus admiradores al mismísimo François Mitterrand, presidente francés entre 1981 y 1995. El editor Alain Beyrand quiso rendir homenaje a este dibujante, aragonés de nacimiento -obtuvo la nacionalidad francesa en 1957-, con una reedición de "Cheri-Bibi", en 1998. La introducción del libro -del que solo se tiraron 102 ejemplares, y que es casi imposible encontrar- recoge una anécdota, que circula también por Internet, que atestigua la pasión de Mitterrand por esta obra. En 1985, el presidente galo visitó el festival de cómic de Angulema. Cuando fue interrogado por sus gustos en aquella materia, Mitterrand respondió: "Cheri-Bibi". Su servicio de prensa pensó que se refería a otro tebeo, "Bibi Fricotin", y envió un comunicado corrigiendo al gobernante. Sin embargo, los expertos sí conocían los dibujos de Bernad. Beyrand decidió pedir al presidente que escribiera el prefacio de la nueva edición de las tiras. Miterrand nunca llegó a redactarlo, pero en una carta, publicada dentro de la compilación, aseguró que el álbum de "Cheri-Bibi" le había causado "el mayor placer que se pueda imaginar". "Reencontrarse con la juventud es siempre emocionante", añadió el ya veterano mandatario. Bernad merecía un homenaje póstumo como este, ya que fue un trabajador incansable. Según el libro de Beyrand, Bernad procedía de una familia obrera que emigró a Francia en 1910, para regresar luego a Zaragoza. El joven retornó al país galo en 1920, para estudiar Bellas Artes en Burdeos. En aquella época empezó a publicar sus primeros dibujos en periódicos de Barcelona y Madrid, desde su hogar zaragozano, hasta que en 1924 se instaló definitivamente en París. Tres años después, conoció a una joven, Loraine, con la que se casó y tuvo dos hijas. Sus primeros pasos en la capital francesa fueron en el mundo de la publicidad, hasta que dio el salto a la prensa, realizando ilustraciones humorísticas para numerosas publicaciones. La guerra mundial supuso un paréntesis en su producción, y fueron tiempos duros para un extranjero. Según Beyrand, "los franceses eran lo primero, poco importó que Regino llevará 20 años en el país, que estuviera casado con una francesa y que tuviera una familia. Tuvo que mudarse, fue la miseria". La suerte le volvió a sonreír en 1943, cuando se convirtió en director del estudio de animación "Les productions du cygne". Un año antes, y según recoge Beyrand, el periodista Max Favelelli hizo una descripción de Bernad: "Físico de torero, pequeño, moreno, con ojos negros como la antracita. Sin embargo, no es un hombre sanguinario, y sus únicas víctimas -si puede decirse así- son las jovencitas de París, cuyos encantos sabe plasmar". Ya a finales de la década de los 40, el dibujante retomó su carrera en la prensa, y en 1951 empezó a trabajar para "France Soir", con la tira "Balaoo", su primera adaptación de una novela de Gaston Lerroux. Después llegaría su obra más conocida, "Cheri-Bibi". Paralelamente, y durante 20 años, se dedicó a ilustrar las novelas de "El Santo", además de otros títulos policíacos.
Bernad pasó los últimos años de su vida trabajando como portero de un estadio de fútbol en París y murió sin ningún reconocimiento a su arte. Quizás nunca llegó a saber que tuvo entre sus admiradores al mismísimo François Mitterrand, presidente francés entre 1981 y 1995. El editor Alain Beyrand quiso rendir homenaje a este dibujante, aragonés de nacimiento -obtuvo la nacionalidad francesa en 1957-, con una reedición de "Cheri-Bibi", en 1998. La introducción del libro -del que solo se tiraron 102 ejemplares, y que es casi imposible encontrar- recoge una anécdota, que circula también por Internet, que atestigua la pasión de Mitterrand por esta obra. En 1985, el presidente galo visitó el festival de cómic de Angulema. Cuando fue interrogado por sus gustos en aquella materia, Mitterrand respondió: "Cheri-Bibi". Su servicio de prensa pensó que se refería a otro tebeo, "Bibi Fricotin", y envió un comunicado corrigiendo al gobernante. Sin embargo, los expertos sí conocían los dibujos de Bernad. Beyrand decidió pedir al presidente que escribiera el prefacio de la nueva edición de las tiras. Miterrand nunca llegó a redactarlo, pero en una carta, publicada dentro de la compilación, aseguró que el álbum de "Cheri-Bibi" le había causado "el mayor placer que se pueda imaginar". "Reencontrarse con la juventud es siempre emocionante", añadió el ya veterano mandatario. Bernad merecía un homenaje póstumo como este, ya que fue un trabajador incansable. Según el libro de Beyrand, Bernad procedía de una familia obrera que emigró a Francia en 1910, para regresar luego a Zaragoza. El joven retornó al país galo en 1920, para estudiar Bellas Artes en Burdeos. En aquella época empezó a publicar sus primeros dibujos en periódicos de Barcelona y Madrid, desde su hogar zaragozano, hasta que en 1924 se instaló definitivamente en París. Tres años después, conoció a una joven, Loraine, con la que se casó y tuvo dos hijas. Sus primeros pasos en la capital francesa fueron en el mundo de la publicidad, hasta que dio el salto a la prensa, realizando ilustraciones humorísticas para numerosas publicaciones. La guerra mundial supuso un paréntesis en su producción, y fueron tiempos duros para un extranjero. Según Beyrand, "los franceses eran lo primero, poco importó que Regino llevará 20 años en el país, que estuviera casado con una francesa y que tuviera una familia. Tuvo que mudarse, fue la miseria". La suerte le volvió a sonreír en 1943, cuando se convirtió en director del estudio de animación "Les productions du cygne". Un año antes, y según recoge Beyrand, el periodista Max Favelelli hizo una descripción de Bernad: "Físico de torero, pequeño, moreno, con ojos negros como la antracita. Sin embargo, no es un hombre sanguinario, y sus únicas víctimas -si puede decirse así- son las jovencitas de París, cuyos encantos sabe plasmar". Ya a finales de la década de los 40, el dibujante retomó su carrera en la prensa, y en 1951 empezó a trabajar para "France Soir", con la tira "Balaoo", su primera adaptación de una novela de Gaston Lerroux. Después llegaría su obra más conocida, "Cheri-Bibi". Paralelamente, y durante 20 años, se dedicó a ilustrar las novelas de "El Santo", además de otros títulos policíacos.
En la portería de un estadio
En 1967 llegó el fin de su exitosa serie. En aquel momento, Bernad, ya mayor, se vio totalmente desprotegido. Era una época en la que los dibujantes no gozaban de ningún tipo de beneficio social, y Bernad no tenía nada parecido a una paga por jubilación. Julio Ribera, que también dibujó para el rotativo parisino, todavía recuerda lo ocurrido. "Hubo un cambio de opinión en la dirección del periódico, que pensó que las tiras ya no estaban de moda y echó a todos los dibujantes. Así que muchos dibujantes se vieron en la calle; alguno, incluso, se llegó a suicidar", explica. La fatalidad, igual que le sucede al protagonista de su obra "Cheri-Bibi", se había apoderado de la vida del zaragozano. Sus compañeros de profesión, a través de su sindicato, lograron recolocar a Bernad como guardián del estadio del Racing Club de France. Fue un modo de sortear las penurias en su vejez. El dibujante murió en septiembre de 1972, víctima de un cáncer de pulmón detectado seis meses antes (parece ser que Bernad fue un gran fumador). Tan solo dos años después, el sindicato de dibujantes logró que la seguridad social francesa obligara a "France Soir" a reconocer los años de trabajo de sus ilustradores. Bernad ya no pudo disfrutar de aquel éxito de su gremio. La obra de Regino Bernad llevan más de 40 años perviviendo en una viñeta de Astérix. Solo hacía falta un poco de curiosidad para ver que estaba allí y rescatarla del olvido".