“He pasado quince años de mi vida extraviado por las calles con el alcohol como único, aunque nefasto, ángel custodio. Desposeído de todo, sin ni tan siquiera una cueva para refugiarme como tienen los animales, convertido en una ruina gimiente raído por los recuerdos, hace ya tiempo que dejó de mortificarme si soy culpable o inocente. Pero, lo único que no pudieron quitarme en la calle es mi obsesión por ser libre, la vergüenza y el miedo”. Miquel Fuster.