Entrevista de Pablo Ferrer para Heraldo:
En la conferencia que ha dado en el Salón del Cómic de Zaragoza ha sido muy llamativa la actitud de los presentes. Una mezcla de devoción y actitud respetuosa hacia el maestro. ¿Se siente cómodo con eso? No me lo planteo así, es una comunicación abierta. La de Zaragoza es una experiencia de esas que gusta tener: cuentas tus cosas, lo que sabes y has hecho, y ver que le interesa a los que están allí, que la salita se ha llenado de gente que aprecia tu trabajo... eso está bien, claro que sí. Les he soltado todas mis batallitas y las han escuchado con mucha atención, Juan (Royo) iba haciendo apuntes sobre las diferentes fases de mi trabajo... ha estado bien.
Entonces, ¿no le fastidia dar una imagen de patriarca del cómic español? No me molesta, más bien. Si doy esa imagen, probablemente es debido a mi edad, los sesenta ya no los cumplo más, y eso me pasa desde hace tiempo. Soy un dibujante viejo, y me da igual. No aspiro a ser moderno, creo que ya lo fui a su debido tiempo, y ahora prefiero ser un clásico, alguien que tiene una obra muy larga y que, en mayor o menor medida, ha significado algo para alguien en este trabajo.
Entonces, ¿no le fastidia dar una imagen de patriarca del cómic español? No me molesta, más bien. Si doy esa imagen, probablemente es debido a mi edad, los sesenta ya no los cumplo más, y eso me pasa desde hace tiempo. Soy un dibujante viejo, y me da igual. No aspiro a ser moderno, creo que ya lo fui a su debido tiempo, y ahora prefiero ser un clásico, alguien que tiene una obra muy larga y que, en mayor o menor medida, ha significado algo para alguien en este trabajo.
La serie de cómic en la que trabaja ahora, '36-39: Malos tiempos', es un dedo en la llaga muy especial dentro de una temática realmente manida en España, la Guerra Civil... ¿No le acusan de hurgar en una herida demasiado 'fotografiada' ya? Es un asunto de memoria histórica. Las anecdotas que yo cuento, aunque nací justo después de aquello, son las que he vivido, las que me llegaron como niño de la posguerra. No me interesan las grandes figuras del conflicto, sino lo que ocurrió con aquellos que sufrimos las consecuencias. Hablo de las madres que iban a coger hierbas para un caldo, de los padres de familia que se morían de hambre para darles la poca comida que conseguían a sus hijos, del pariente que te mataban y de sentir que te mataban a ti. En una guerra no hay héroes, solamente gente que muere y que mata.
¿Se da muchos respiros de pura ficción como guionista, a la hora de concebir un cómic? Usted tiene una imagen de cronista social, aunque en su obra haya numerosos ejemplos de otros registros... Al ser dibujante y guionista, el asunto entra en choque muchas veces. Al dibujante le gustan muchas veces cosas que no tienen importancia para el guionista, y el guionista suele aparecer primero. En mi caso, es el proceso normal. Entonces el dibujante maldice al guionista. Por eso a veces dejo que el proceso sea al revés, aunque tengo que reconocer que últimamente ando muy realista, dibujo y escribo acerca de la vida y de hechos vividos, y el dibujo queda menos lucido.
¿Dónde le suele atrapar la famosa musa, la que muchos evocan y algunos niegan? No creo en la inspiración, sino en días mejores y peores. Esto es una profesión, sin más. No paro nunca, no espero a acabar un trabajo para empezar el siguiente, sea uin encargo o no. La musa debe pillarte delante del tablero, la musa son muchas viñetas, una detrás de notra, que no importan por separado sino que atienden a un conjunto, viñetas a las que les gusta juntarse cada día a contar historias.
¿Qué ha sido lo mejor de su trabajo como autor de 'storyboards' para el cine? He colaborado con muchos directores de cine, los últimos han sido Guillermo del Toro y Almódovar. Ambos son gente inteligente y da gusto trabajar con alguien que es coherente con sus ideas y patrones de trabajo. Por eso ha sido agradable, aunque debo decir que me lo paso mejor con mis tebeos. Lo del cine y los decorados está bien de vez en cuando. ¿Tiene usted vocación docente? ¿Le gusta dar consejos? Suelo darlos, sí. Aunque no me los pidan... pero la verdad es que los consejos profesionales dejé de darlos ya hace mucho, porque la forma de trabajar de la gente joven va por otro camino. Y ya no me piden tanto mi opinión, la verdad. Me muevo de otra forma, mi estilo de trabajo es muy costoso en cuanto al esfuerzo y se nutre sobre todo del realismo. Es más cómodo y divertido trabajar en otras concepciones menos complejas, pero esta es mi forma y así pienso seguir.