Leo en Heraldo la siguiente noticia que os copio textualmente:
Dicen que de Madrid, al cielo. Y en el caso de José Manuel Oli, Diego Supervia y Mario Antoñanzas, la sentencia resulta asombrosamente exacta. Porque estos tres animadores zaragozanos han ido a Madrid para entrar en otro planeta, concretamente en ‘Planet 51’, la producción de animación más ambiciosa hecha hasta ahora en nuestro país. Trabajan para Ilion, una empresa de capital 100% español pero con ambición de productora estadounidense. Cada uno ha llegado por un camino distinto al proyecto, pero si algo tienen en común es su entusiasmo por esta experiencia y por un trabajo con el que soñaban desde críos, aunque viviendo en Zaragoza la cosa no estaba precisamente fácil. “Hace años veía esto como algo prácticamente imposible, pero con esfuerzo se consigue todo”, dice Diego Supervia, el más joven de los tres, que empezó a hacer animaciones “como un hobby”.
Y es que, si en Aragón la producción profesional de cine brilla por su ausencia, especializarse en animación parece misión imposible. El veterano del trío, José Manuel Oli, empezó por la base, el dibujo tradicional, estudiando en la Escuela de Arte de Zaragoza (hay muestras de su maestría en su web, www.nibbledpencil.com), y hasta intentó sacar adelante una productora en Zaragoza. “En Aragón es muy complicado. Con Toi Movie intentamos que hubiera un cierto tejido empresarial, pero las pocas veces que he encontrado otro trabajo ha sido como ‘freelance’ en Barcelona o Madrid”, dice.
A Oli le interesa la animación de todo tipo -desde el ‘stop-motion’ tipo ‘Pesadilla antes de Navidad’ a los largos Ghibli japoneses- y explica que la diferencia entre los dibujos tradicionales a mano y el moderno 3D digital es que usan “recursos diferentes: para 3D tienes el volumen de los objetos, texturas... En 2D es más interesante resumir, jugar con la línea”.
En el fondo, la labor de un animador requiere siempre “ser muy observador”, resume Mario Antoñanzas, fan de Pixar (le encanta Dori, de ‘Buscando a Nemo’) y uno de cuyos cortos, ‘Kóstrosis’, se puede ver en YouTube.
Su compañero Diego, que opina que ni el mejor dibujo puede salvar un mal guión, dice que un animador es “un actor detrás de un ordenador, porque tienes que pensar cómo mover todas las partes del cuerpo del personaje. A veces nos grabamos para ver nuestros propios gestos y tenerlos como referencia. Hay mucho trabajo antes de tocar una tecla”, cuenta.
José Manuel sonríe y asiente cuando se le sugiere que el animador viene a ser “una mezcla entre un pintor y un psicólogo”, porque debe combinar lo artístico con la búsqueda de la verosimilitud al dotar de personalidad a los muñecos.
Aunque para Diego no importa qué tipo de animación uses si el resultado es bueno, José Manuel dice que se nota que “había mucha saturación de mercado por parte de Disney” con su estilo tradicional. Mario agrega que ahora el 3D ofrece un atractivo especial:“Para el espectador, es muchísimo más impactante, más espectacular. La calidad de la imagen es más realista, más carnal, permite dar texturas, efectos de física...”
También son conscientes de la creciente vinculación entre cine y videojuegos, que ya mueven más dinero que las películas. “Realmente, los juegos para consolas de última generación son casi como películas, hasta se usan actores para captura de movimiento y doblaje”, explica Oli, que ha desarrollado juegos en Pyro Studios. Pero matiza que, aunque hay cosas comunes como “el modelado o el diseño”, son “diferentes niveles, porque la película está para narrar una historia, con determinados movimientos de cámara y una calidad apta para la gran pantalla de cine”.
A José Manuel no le entusiasman otros experimentos, como la reciente moda de filmar novelas gráficas, y cree que occidente, a diferencia de Asia, “ha estado muy centrado en el público infantil, pero lo interesante sería que hubiese animación variada:para niños, adolescentes y adultos”, sugiere.
Dicen que de Madrid, al cielo. Y en el caso de José Manuel Oli, Diego Supervia y Mario Antoñanzas, la sentencia resulta asombrosamente exacta. Porque estos tres animadores zaragozanos han ido a Madrid para entrar en otro planeta, concretamente en ‘Planet 51’, la producción de animación más ambiciosa hecha hasta ahora en nuestro país. Trabajan para Ilion, una empresa de capital 100% español pero con ambición de productora estadounidense. Cada uno ha llegado por un camino distinto al proyecto, pero si algo tienen en común es su entusiasmo por esta experiencia y por un trabajo con el que soñaban desde críos, aunque viviendo en Zaragoza la cosa no estaba precisamente fácil. “Hace años veía esto como algo prácticamente imposible, pero con esfuerzo se consigue todo”, dice Diego Supervia, el más joven de los tres, que empezó a hacer animaciones “como un hobby”.
Y es que, si en Aragón la producción profesional de cine brilla por su ausencia, especializarse en animación parece misión imposible. El veterano del trío, José Manuel Oli, empezó por la base, el dibujo tradicional, estudiando en la Escuela de Arte de Zaragoza (hay muestras de su maestría en su web, www.nibbledpencil.com), y hasta intentó sacar adelante una productora en Zaragoza. “En Aragón es muy complicado. Con Toi Movie intentamos que hubiera un cierto tejido empresarial, pero las pocas veces que he encontrado otro trabajo ha sido como ‘freelance’ en Barcelona o Madrid”, dice.
A Oli le interesa la animación de todo tipo -desde el ‘stop-motion’ tipo ‘Pesadilla antes de Navidad’ a los largos Ghibli japoneses- y explica que la diferencia entre los dibujos tradicionales a mano y el moderno 3D digital es que usan “recursos diferentes: para 3D tienes el volumen de los objetos, texturas... En 2D es más interesante resumir, jugar con la línea”.
En el fondo, la labor de un animador requiere siempre “ser muy observador”, resume Mario Antoñanzas, fan de Pixar (le encanta Dori, de ‘Buscando a Nemo’) y uno de cuyos cortos, ‘Kóstrosis’, se puede ver en YouTube.
Su compañero Diego, que opina que ni el mejor dibujo puede salvar un mal guión, dice que un animador es “un actor detrás de un ordenador, porque tienes que pensar cómo mover todas las partes del cuerpo del personaje. A veces nos grabamos para ver nuestros propios gestos y tenerlos como referencia. Hay mucho trabajo antes de tocar una tecla”, cuenta.
José Manuel sonríe y asiente cuando se le sugiere que el animador viene a ser “una mezcla entre un pintor y un psicólogo”, porque debe combinar lo artístico con la búsqueda de la verosimilitud al dotar de personalidad a los muñecos.
Aunque para Diego no importa qué tipo de animación uses si el resultado es bueno, José Manuel dice que se nota que “había mucha saturación de mercado por parte de Disney” con su estilo tradicional. Mario agrega que ahora el 3D ofrece un atractivo especial:“Para el espectador, es muchísimo más impactante, más espectacular. La calidad de la imagen es más realista, más carnal, permite dar texturas, efectos de física...”
También son conscientes de la creciente vinculación entre cine y videojuegos, que ya mueven más dinero que las películas. “Realmente, los juegos para consolas de última generación son casi como películas, hasta se usan actores para captura de movimiento y doblaje”, explica Oli, que ha desarrollado juegos en Pyro Studios. Pero matiza que, aunque hay cosas comunes como “el modelado o el diseño”, son “diferentes niveles, porque la película está para narrar una historia, con determinados movimientos de cámara y una calidad apta para la gran pantalla de cine”.
A José Manuel no le entusiasman otros experimentos, como la reciente moda de filmar novelas gráficas, y cree que occidente, a diferencia de Asia, “ha estado muy centrado en el público infantil, pero lo interesante sería que hubiese animación variada:para niños, adolescentes y adultos”, sugiere.