Pedro García Aznar, por Antón Castro:
Pedro García Aznar (Zaragoza, 1924-2008) había sido un amanuense del dibujo, un apasionado del aerógrafo, un artista incesante de la línea, del color y de la precisión. Le decía al pintor Eduardo Laborda, comisario de su antológica 'El oficio del dibujante' en el palacio de Montemuzo, en Zaragoza, en 2006 (proyecto que compartió su gran amigo Luis Germán): "Me has hecho plenamente feliz. Ahora ya puedo morirme en paz". Pedro Aznar García fallecía ayer al alba, hacia las 8.30, tras haber sufrido un derrame cerebral. Pedro estaba radiante en los últimos tiempos: por esa muestra, sin duda, por el cariño que recibió de un sinfín de amigos y conocidos que le habían perdido la pista. Con esa exposición de dos dibujantes netos, Pedro volvía a la actualidad veinte años después de su jubilación. Y también estaba feliz porque HERALDO, en el suplemento 'Artes & Letras', le publicó una de sus impactantes mujeres indómitas, en la línea de la sensualidad guerrera de Luis Royo. Pedro dijo entonces: "He hecho casi de todo. Una vez calculé que habría más de 130.000 dibujos: desde tarjetas de felicitación hasta máquinas, ilustraciones y portadas para libros, caricaturas de futbolistas para el 'Dinámico', catálogos, carteles, logotipos, folletos, etc. Soy dibujante y rotulista". Hasta dos o tres años antes de su muerte, seguía trabajando. Pintaba óleos de pueblos con su paisanaje, o mujeres exhuberantes de atmósfera fantástica y atrevida de cómic: Evas desnudas, ninfas románticas, diosas o amazonas imponentes que igual lloraban la muerte de su enamorado, bajo la luna y en el cementerio, que convivían con el caballo, la espada y el tigre. Pedro Aznar García fue un ejemplo claro de vocación por el dibujo desde muy joven. Le gustaban los tebeos y la publicidad. En cuanto caía algo en su mano lo llenaba de trazos, de rayujos, de atmósferas cromáticas. Su madre le advirtió: "Te vas a morir de hambre como los poetas y los escritores". Su padre, carnicero, parecía entenderlo mejor. Pedro cursó estudios en la Escuela de Artes y allí tuvo como maestro al escultor Félix Burriel: "Tenía muy mal genio, pero conmigo era muy bueno. Me corregía lo que estaba mal sin aspereza". Antes de convertirse en un profesional, Pedro arrastró diversos carros sobre la nieve, y ya colaboraba con la empresa de grabado del "señor Velázquez de HERALDO". Más tarde, se incorporó a Publicidad Suma, y luego empezó a trabajar en Luz y Arte, que dirigían dos empleados de este periódico: Florencio Royo y Miguel Embid. Trabajó tanto, a veces hasta doce y trece horas, que solía decir: "El estrés es anterior al teléfono móvil y al ordenador". Decía que se había volcado tanto, en Luz y Arte y en la editorial Edelvives, que aún ahora, octogenario ya, soñaba con que no cumplía un plazo. Como su maestro Manuel Bayo Marín, Pedro García Aznar fue un virtuoso del aerógrafo; trabajaba con dos. Fue amigo de Guillermo, Alberto Duce, Ángel Lalinde o Marcial Buj 'Chas'. Ahora, agradecido a su destino, ha partido a su lado. Antes de hacerlo, tuvo una última sonrisa de gratitud y de cariño hacia la compañera de su vida, su enfermera ideal: Conchita Correas.