"Me permitiré comenzar con una declaración de intenciones: en las líneas que siguen intentaré ser lo suficientemente ambiguo como para no desvelar a todos aquellos que no la hayan visto todavía buena parte de los enigmas que pueblan la última cinta de David Lynch, a la par que claro y revelador para los que sí la hayan degustado. Tarea ardua, en efecto, por lo que no las tengo todas conmigo y prefiero no prometer nada. Dicho esto, hay que empezar poniendo de manifiesto que Mulholland Drive es una película plenamente "lynchiana"; definición si se quiere discutible por simplificadora, pero que me parece lo bastante operativa como para permitirme el lujo de no emplearla. Y es lynchiana no solo por la presencia de características habituales en su filmografía, sino también porque provocará extrañeza y rechazo en aquellos que no comulguen con los postulados de su obra, mientras que sus fieles seguidores se sentirán, sencillamente, como en casa; una casa cuyos cimientos y tabiques están hechos de imágenes inquietantes y sonidos envolventes, donde lo que se sugiere es tan importante o más que lo que se muestra. Por supuesto, los detractores de Lynch podrán cebarse en la película aduciendo que la autoría del cineasta proviene del empleo superficial de sus constantes: oscuras carreteras apenas iluminadas por los faros de un automóvil, lágrimas que surcan rostros en primer plano, cortinas rojas, lámparas mortecinas, rincones oscuros, espacios vacíos, bares de carretera, enanos, freaks inquietantes, dobles -la sombra del Vértigo (1958) de Hitchcock es alargada-, canciones de los años 50, diálogos metareferenciales, humor marciano, sexo, violencia, sueños y un montaje confuso y (aparentemente) caprichoso. Este espectador, claro, se queda precisamente en eso, en lo más superficial, en lo aparente.
La trama de la película comienza en Mulholland Drive, una carretera de Los Angeles, donde un accidente automovilístico permite escapar con vida a una mujer que al parecer era víctima de un secuestro; esta chica, que como resultado del incidente quedará amnésica, adoptará después el nombre de "Rita". El azar hará que en su vida se cruce Betty, una joven ingenua que aspira a convertirse en actriz en la Meca del Cine(1); e indirectamente, ambas se verán vinculadas a Adam Kesher, un joven y arrogante director que se ve presionado por las mafias que controlan la productora para contratar como protagonista a una actriz llamada Camilla Rhodes. Esta breve sinopsis, casi una presentación somera de los personajes principales, no hace justicia a lo que a la postre resulta el último trabajo de Lynch, no ya como pura experiencia estética -que lo es, y de qué manera-, sino a lo que realmente cuenta, y que no es otra cosa que una historia de amor y traición ambientada en ese "bulevar de los sueños rotos" que era y es Hollywood(2). Aunque no lo parece hasta que su (considerable) metraje finaliza, Mulholland Drive se revela entonces como un trabajo "hermano" de Carretera perdida (1996), título a reivindicar, para el que esto firma una auténtica obra maestra y por lo tanto de lo mejor de su realizador. De la historia de Fred Madison y su crimen(3) recupera Lynch el recurso de la "fuga psicogénica", que tan buenos resultados le dio entonces, y que deviene en la propuesta más radical de este su último trabajo: casi las dos primeras horas, a pesar de responder aparentemente a la lógica (más allá de las excentricidades habituales de su mirada), vendrían a ser una recreación mental (por lo tanto, ficcional) de una conciencia que no puede o no quiere aceptar la realidad... Una realidad que, contra todo pronóstico, aparece reflejada precisamente en la parte más "irreal" del film, esa media hora final que tanta controversia ha despertado. De esta manera, lo que en un principio parece ser la historia de Betty y Rita, y su deseo de descubrir quién es realmente esta última, y de dónde ha salido la importante suma de dinero que encuentran en su bolso, deviene finalmente en el retrato de Diane Selwyn, una joven actriz perdida en ese "mundo de los sueños", de pesadillas más bien, hecho en realidad de promesas incumplidas, palabras de amor que se lleva el viento. Esta diferencia entre lo que a primera vista parece ser el tema del film y lo que finalmente acaba siéndolo se da también en una reciente película que exploraba igualmente los misterios de la identidad y la mente humana: Memento (2000), más deudora de Carretera perdida de lo que parecería a simple vista, una de las películas más interesantes de los últimos años debido no a su peculiar estructura (al menos, no solo a ella), sino a su condición de retrato de un psicópata que se reinventa a sí mismo continuamente. Esta lectura, que sólo descubrimos a posteriori, una vez finalizado el metraje, también está presente en Mulholland Drive: que se trate de una "segunda oportunidad" maquinada por la psique de la protagonista justifica los elementos ilógicos que jalonan su relato (de la escena de la cafetería y la presencia del vagabundo de cara ennegrecida, así como de la función de ambos elementos en la trama, el espectador podrá elucubrar hasta decir basta) y las confusiones de personalidad (tan habituales en los sueños), así como la patente estética de la falsedad que caracteriza al arte cinematográfico, donde, como se suele decir, "todo es mentira": desde los nombres arquetípicos -tan habituales en Lynch- ("Betty", "Rita", los "hermanos Castigliane") a los igualmente tópicos personajes a los que designan, sin olvidar esa carrera de coches entre jóvenes, que provoca el accidente del comienzo, y que parece extraída de Rebelde sin causa (1955). A pesar de todo lo dicho, el último trabajo de Lynch no carece de defectos: que fuese concebida como serie de televisión (buena parte del metraje que conocemos iba a ser el episodio piloto que la cadena ABC rechazó)(4) hace que la película, sobre todo en su primera parte, cuente con algunas escenas "de transición", por lo general humorísticas, quizá necesarias para mantener el interés de los espectadores ante un serial de la pequeña pantalla, pero a mi parecer irrelevantes para la trama de una película como esta. Por no mencionar también, si bien esto es pecata minuta, el asombro de ver a un actor reconocido como Robert Forster en un rol irrelevante, algo justificado sin duda por su posible presencia en hipotéticos capítulos posteriores, pero que ha quedado como un cameo que puede distraer inconvenientemente la atención del espectador. A todo esto se suma que el espectador más incrédulo pueda aducir también como defecto el hecho de que le resulte poco creíble un desengaño amoroso como desencadenante de una esquizofrenia de semejante calibre, pareja a la del protagonista de Carretera perdida (que no solo padecía de un ataque de celos, sino que había matado y despedazado a su esposa, nada menos). En un primer momento el que firma estas líneas se sumó a esa desconfianza. Pero si se supera la incredulidad inicial, que la mujer abandonada por el amor de su vida sea capaz no ya solo de matar o de morir por él, sino de poner en juego su propia identidad, es un elemento que no solo se incorpora con total naturalidad a la historia de amor más conmovedora de toda la obra de Lynch -por encima de las de Terciopelo azul (1986) y Corazón salvaje (1990), sin olvidar el amor fraternal que redime al anciano de Una historia verdadera (1999)-, sino que la dota de verdadero sentido.
Finalmente, me permitiré manifestar algo que puede parecer una boutade, pero que quizá no lo sea tanto, y que puede servir para hacerse una idea de cómo son y de dónde vienen la ética y la estética de este film: si se hubiese dado un caso tan improbable (por no decir imposible) como que en los años 60 Hitchcock o Douglas Sirk se hubiesen interesado por trasladar a la pantalla un guión del sueco Ingmar Bergman -concretamente, el de Persona (1966), una de las películas favoritas de Lynch-, el resultado final sería bastante parecido a este Mulholland Drive, si bien en lugar de a Watts, Harring y Theroux tendríamos a Tippi Hedren, Kim Novak y Cary Grant; o bien Jane Wyman, Lauren Bacall y Rock Hudson.Y como dirían Shakespeare y Monterroso (y Lynch, a partir de ahora): "Lo demás es silencio".
Notas:(1): Me permitiré destacar, entre los muchos méritos del film, la magnífica interpretación de Naomi Watts, todo un descubrimiento: véase al respecto la parte final de la cinta, que incluye entre otras excelencias de su composición una escena de onanismo que -a pesar de su brevedad- alcanza cotas de patetismo y dolor realmente inusuales en el cine de las grandes productoras estadounidenses.
(2): Para el que le interese contrastar este apartado de la trama del film con la estética del lado más oscuro del Hollywood real, recomiendo vivamente los dos volúmenes de Hollywood Babilonia, de Kenneth Anger (Ed. Tusquets).
(3): Para quien pueda interesarle mi "versión de los hechos" de lo acontecido en esta película, interpretación tan válida como cualquier otra, remito a mi ensayo sobre el film en la "Revista de Humanidades" del IVEH. Instituto Virtual de Estudios Humanísticos.
(4): Para más detalles sobre el origen del proyecto, remito a: HUGHES, David, The Complete Lynch, Virgin, Londres, 2001.
Mulholland Drive: 10 pistas de David Lynch para desentrañar este thriller(Del DVD Mulholland Drive, edición EE.UU.)
1.- Preste especial atención en el inicio de la película, por lo menos dos pistas se revelan antes de los créditos iniciales.
2.- Ponga especial atención en la apariencia de la lámpara roja.
3.- Preste atención al título de la película que Adam Kesher está produciendo y audicionando actrices, al igual si que si es mencionado este título en otra ocasión.
4.- Un accidente es un terrible evento, fíjese en la ubicación geográfica del accidente.
5.- ¿Quién proporciona la llave y por qué motivo?
6.- Fíjese en la bata, el cenicero y la taza de café.
7.- ¿Qué se siente, se realiza y se obtiene del Club Silencio?
8.- ¿Su talento fue exclusivamente lo que ayudó a Camila?
9.- Tome nota de lo que ocurre alrededor del hombre atrás de Winkies.
10.- ¿Dónde se encuentra la tía Ruth?"
Texto: Francisco Javier Ortiz Hernández