Miguel Fuster se enfrenta al reto de publicar el relato de su vida de vagabundo, quince años viviendo en la calle, a través de sus dibujos. Está en Zaragoza para participar en unas jornadas donde muestra, sin orgullo pero sin tapujos, su historial "en el infierno". Un fracaso sentimental que le llevó a una depresión, el incendio de su casa y el auge de los vídeo-juegos en países como Inglaterra y Suecia, en donde se dejaron de consumir los cómics románticos que él producía, llevaron a Miguel Fuster, dibujante y pintor, a un abismo alcohólico de quince años, en los que vivió en la calle, donde resistió vendiendo óleos a los turistas. Ahora, ocho años después de haberse rehabilitado, tiempo en el que no ha probado una gota de alcohol, y gracias al apoyo de la Fundación Arrels, que le sacó de las calles de Barcelona donde malvivía, Fuster se enfrenta al reto de publicar en cómic el relato de su vida de vagabundo y va de ciudad en ciudad explicando su experiencia. Ha recalado en Zaragoza, de la mano de la Fundación CAI-ASC, para participar en unas jornadas, y muestra sin orgullo, pero sin tapujos, su historial "en el infierno". A él llegó, explica, después de un abandono amoroso, de quedarse sin casa y de un bache profesional, cúmulo de circunstancias que truncaron sus expectativas de dejar un poco de lado el cómic y centrarse en la pintura. Sobrevivió al raso, cambiando a los turistas de Barcelona óleos de flamencas, toros y marinas por cartones de vino y paquetes de tabaco, y cuando la fundación Arrels lo encontró pesaba 42 kilos, que ha conseguido aumentar a 62 con sus 1,82 metros de estatura. Fuster, quien cumplió el pasado domingo 66 años, dice que lo más duro es "volver a empezar" porque "cuesta mucho" coger el tren después de haber cortado todos los vínculos afectivos (amorosos, sexuales, familiares, amistosos) de la vida anterior y, además, llevando "un sello" social y una carga emocional "de por vida". Pero él reconoce que ha tenido suerte con su profesión, gracias a la cual permite dar a conocer su vida durante estos quince años, que también relata, periódicamente, en un blog al que ha llamado "Miguel, quince años en la calle".
Fuente: Heraldo de Aragón