En Being las frases de Gertrude Stein y las obras de Gonzalo Tena enfatizan la voluntad de momento, de instante y tiempo detenido. En cierto modo proponen una suspensión del juicio y del sentido, proponen que por un momento, aunque sea breve, aunque sea el que el paseante le dedique a la exposición, en esa experiencia intensa la palabra escrita se vaya viendo y la pintura se vaya oyendo, un efecto profundo a través del cual podríamos concluir que al leer en voz alta la pintura y viendo las palabras en el conjunto de las obras, se va creando la partitura de una música secreta.
Gonzalo Tena Brun
Gonzalo Tena Brun (Teruel, 1950) estudia en las Escuelas Superiores de Bellas Artes de Valencia y Barcelona. Desde 1974 trabaja a partir de los mismos presupuestos teóricos con los que colabora en la edición de la revista de pintura Trama. En 1976 es seleccionado para la Bienal de Venecia. Becado por el Ministerio de Cultura y la Fundación Juan March y en 1990 por la Fundación Endesa de Teruel.
Tras una etapa dentro del arte pop, año 1971, y con posteridad una serie de dibujos con técnica «puntillista» por los colores puros hechos con diminutas partículas, a partir de 1974 se interesa, con la correspondiente carga teórica, por la pintura-pintura, sobre la cual caben dos períodos. De 1974 a 1976 la expresiva pincelada se combina con pequeños rectángulos en perfecta simetría y hechos con un gesto de brocha y con cuadrados que traza en sus costados de forma irregular. Si durante estos tres años el color se reduce a piezas monocromas o en tonalidades suaves, de firme intensidad, potenciadas por áreas oscuras, en 1977 el color se intensifica mediante rojos y verdes, amarillos y azules, entre otros colores, que se juntan con prolíficos trazos gestuales verticales a la base pero en ritmos ascensionales, siempre dentro de rectángulos. El mismo año 1977 el formato de los cuadros es irregular, los colores se oscurecen, predomina el expresionismo de las manchas y surge un cuerpo móvil central.
Desde 1988, tras un alejamiento de la escena artística, sitúa sobre fondos monocromos, en negro salvo excepciones, toda una serie de trazos en variados colores y esquemáticos rostros. A partir de 1990, dentro de esa línea entre la abstracción y la figuración, sus diminutos personajillos, de aire esquelético y casi fantasmales, se «arrastran» hacia lo desconocido o parecen pelear, quietos, encima de un gigantesco hueso.
Gonzalo Tena Brun
Gonzalo Tena Brun (Teruel, 1950) estudia en las Escuelas Superiores de Bellas Artes de Valencia y Barcelona. Desde 1974 trabaja a partir de los mismos presupuestos teóricos con los que colabora en la edición de la revista de pintura Trama. En 1976 es seleccionado para la Bienal de Venecia. Becado por el Ministerio de Cultura y la Fundación Juan March y en 1990 por la Fundación Endesa de Teruel.
Tras una etapa dentro del arte pop, año 1971, y con posteridad una serie de dibujos con técnica «puntillista» por los colores puros hechos con diminutas partículas, a partir de 1974 se interesa, con la correspondiente carga teórica, por la pintura-pintura, sobre la cual caben dos períodos. De 1974 a 1976 la expresiva pincelada se combina con pequeños rectángulos en perfecta simetría y hechos con un gesto de brocha y con cuadrados que traza en sus costados de forma irregular. Si durante estos tres años el color se reduce a piezas monocromas o en tonalidades suaves, de firme intensidad, potenciadas por áreas oscuras, en 1977 el color se intensifica mediante rojos y verdes, amarillos y azules, entre otros colores, que se juntan con prolíficos trazos gestuales verticales a la base pero en ritmos ascensionales, siempre dentro de rectángulos. El mismo año 1977 el formato de los cuadros es irregular, los colores se oscurecen, predomina el expresionismo de las manchas y surge un cuerpo móvil central.
Desde 1988, tras un alejamiento de la escena artística, sitúa sobre fondos monocromos, en negro salvo excepciones, toda una serie de trazos en variados colores y esquemáticos rostros. A partir de 1990, dentro de esa línea entre la abstracción y la figuración, sus diminutos personajillos, de aire esquelético y casi fantasmales, se «arrastran» hacia lo desconocido o parecen pelear, quietos, encima de un gigantesco hueso.