Vino a España porque era un desafío: ¿Un mapa en blanco para la publicidad¿. Creó una agencia (Barcelona, Madrid, Portugal y Chile), y cuando estaba en la cúspide de su carrera lo vendió todo y se embarcó en el Nicole (13 m de eslora), para dar La vuelta al mundo sin prisas (título del libro que publica Ed. Juventud). Hablar con él es una inyección de entusiasmo: ¿En 24 años en el mar he tenido tiempo de pensar y de sentir qué es la vida. Sé que las cosas materiales son secundarias y que para empezar una vida nueva sólo hace falta coraje e ilusión. Para mí, navegar ya no es un desafío, me vendo el barco, lo cambio por un pequeño avión para dar la vuelta al mundo, ¡una nueva aventura!¿.
¿Se hartó o quebró? Tenía 50 años y un sueño por cumplir. Vendí mi agencia de publicidad, mis pisos, mis coches y, lo más difícil: renuncié al prestigio. Sólo me quedé con el bar museo del Capitán Kurt en Altea, que ahora también he regalado.
¿Por qué? Para darle las gracias a Elena por los catorce años que ha pasado conmigo embarcada. Crear una empresa fue una aventura, y cuando supe que era capaz de triunfar profesionalmente me embarqué en otra aventura: dar la vuelta al mundo sin prisas con mi barco. La mejor decisión de mi vida.
No todo debió de ser calma. Pasé momentos muy difíciles. En Borneo me atacaron piratas armados. Fui capaz de salvarme utilizando la psicología: me erguí, les grité con autoridad, mostré una seguridad que daba miedo. En la costa de Alaska tuve la tormenta de las tormentas, más de 70 nudos de viento. Dimos una vuelta de campana, pensé que iba a morir, pero el mástil no se rompió y el barco recuperó. Fuimos hasta San Francisco (cuatro semanas) sin timón.
¿Tuvo miedo? Morir me parecía una cosa nueva e interesante. Y en dos ocasiones embarranqué. En las islas Vanuatu di el barco por perdido, me fui a tierra y dejé las luces puestas para verlo morir, pero el jefe del poblado con todos los habitantes me ayudaron a devolverlo al mar. ¡Qué bonito!, ¿eh?
¿Qué ha aprendido de la vida? Que ser humilde y aprender es un deber. Usamos demasiado el raciocinio para manejar nuestra vida y no optimizamos nuestra capacidad creativa. Aprendí que el dinero no nos hace felices. Veo a la gente triste.
Igual es su mirada. Creo que es la exigencia, la demanda de eficacia y la pérdida del placer de ser un eterno aprendiz. Muchos dejan de aprender a los 20 años y se enfadan con la realidad cuando no corresponde a sus sueños.
La frustración... Tenemos el hábito de buscar culpables: las circunstancias, mi pareja, mi jefe... En un barco aprendes que todo depende de ti. Tu felicidad sólo depende de la fuerza que tienes dentro, y hay que reactivarla.
¿Nada peor que la rutina? La gente se muere en la rutina, toda una vida haciendo lo mismo.
¿Usted ha tenido muchas vidas? Sí, a los 20 años dejé Alemania y me fui a Estados Unidos, donde acabé de formarme como creativo. Tenía una vida: un buen trabajo, una casa y una novia japonesa, pero tras ocho años decidí volver a Europa.
¿Y la novia? Chao pescao. Soy egoísta con las mujeres. Mientras estoy, lo doy todo y sé hacer feliz a quien tengo al lado, pero nunca renuncio a mis sueños y es difícil seguirme. Ahora quiero dar la vuelta al mundo en un pequeño avión. No importa si lo consigo o no, la planificación es parte de la realización.
¿No sabe vivir sin desafíos? No. Mucha gente usa la racionalidad como motor de la vida, pero el motor es la fantasía. En cualquier profesión has de trabajar como un burro, pero tener horas libres para volar como un pegaso y poder verlo todo desde arriba, las nuevas posibilidades.
¿Qué más? Tienes que ser tacaño con tu tiempo libre, no pasar horas delante del televisor, escoger con quién te relacionas y alimentar nuevos intereses. Has de ampliar tu vida con cosas emocionantes y no conformarte con la rutina. Y ser capaz, cuando lo sientes, de empezar de nuevo.
Para eso hay que ser muy osado... Déjeme contarle una pequeña historia sobre la importancia de la voluntad: estando en Nueva Caledonia oí por radio: “Por favor, ¿alguien puede ayudarnos a entrar en la marina? Somos ciegos”. ¡Dos ciegos dando la vuelta al mundo!
Increíble. La fuerza de voluntad es lo más grande que tenemos. Lloré y me juré que no iba a volver a quejarme. En las islas Canarias conocí a un japonés manco que navegaba en un barco sin motor. “El brazo que me queda está muy fuerte y tengo los pies”, me dijo. Me envió una postal cuando llegó a Japón.
... Basta quererlo para conseguirlo, y esta fuerza la tenemos todos en nuestro interior, y es mucho más potente de lo que imaginamos. Este tipo de gente es mi norte.
Apunta alto. Debemos aprovechar bien nuestro tiempo porque es muy limitado, y dar valor a lo que hacemos. No creo que haya que cambiar por cambiar, pero hacer lo mismo cuarenta años me parece un error.
¿Qué es para usted la felicidad? Convertir la rutina de la vida en un espectáculo de fuegos de artificio sin límites. Tú eres responsable de tu felicidad, de tu cuerpo y de tu alma. El intelecto es un músculo que hay que ejercitar cada día, desarrollar nuevos campos de conocimiento. Yo cada mañana hago un poco de yoga y hablo conmigo mismo: “¿Qué voy a hacer de bueno con el día de hoy?”, me pregunto.
Exigencia que puede ser agotadora. Elegir es un privilegio que tenemos y poca gente lo usa. La ilusión también es un músculo que hay que ejercitar, y no debemos olvidarnos de dar las gracias si queremos ser felices. Si aprovechas todas las posibilidades que la vida te da, no resulta tan difícil.
Vía Alberto Andreu. Fuente: LA VANGUARDIA. Entrevista a Kurt Schmidt en la Contra de la Vanguardia. Por INMA SANCHÍS.
¿Se hartó o quebró? Tenía 50 años y un sueño por cumplir. Vendí mi agencia de publicidad, mis pisos, mis coches y, lo más difícil: renuncié al prestigio. Sólo me quedé con el bar museo del Capitán Kurt en Altea, que ahora también he regalado.
¿Por qué? Para darle las gracias a Elena por los catorce años que ha pasado conmigo embarcada. Crear una empresa fue una aventura, y cuando supe que era capaz de triunfar profesionalmente me embarqué en otra aventura: dar la vuelta al mundo sin prisas con mi barco. La mejor decisión de mi vida.
No todo debió de ser calma. Pasé momentos muy difíciles. En Borneo me atacaron piratas armados. Fui capaz de salvarme utilizando la psicología: me erguí, les grité con autoridad, mostré una seguridad que daba miedo. En la costa de Alaska tuve la tormenta de las tormentas, más de 70 nudos de viento. Dimos una vuelta de campana, pensé que iba a morir, pero el mástil no se rompió y el barco recuperó. Fuimos hasta San Francisco (cuatro semanas) sin timón.
¿Tuvo miedo? Morir me parecía una cosa nueva e interesante. Y en dos ocasiones embarranqué. En las islas Vanuatu di el barco por perdido, me fui a tierra y dejé las luces puestas para verlo morir, pero el jefe del poblado con todos los habitantes me ayudaron a devolverlo al mar. ¡Qué bonito!, ¿eh?
¿Qué ha aprendido de la vida? Que ser humilde y aprender es un deber. Usamos demasiado el raciocinio para manejar nuestra vida y no optimizamos nuestra capacidad creativa. Aprendí que el dinero no nos hace felices. Veo a la gente triste.
Igual es su mirada. Creo que es la exigencia, la demanda de eficacia y la pérdida del placer de ser un eterno aprendiz. Muchos dejan de aprender a los 20 años y se enfadan con la realidad cuando no corresponde a sus sueños.
La frustración... Tenemos el hábito de buscar culpables: las circunstancias, mi pareja, mi jefe... En un barco aprendes que todo depende de ti. Tu felicidad sólo depende de la fuerza que tienes dentro, y hay que reactivarla.
¿Nada peor que la rutina? La gente se muere en la rutina, toda una vida haciendo lo mismo.
¿Usted ha tenido muchas vidas? Sí, a los 20 años dejé Alemania y me fui a Estados Unidos, donde acabé de formarme como creativo. Tenía una vida: un buen trabajo, una casa y una novia japonesa, pero tras ocho años decidí volver a Europa.
¿Y la novia? Chao pescao. Soy egoísta con las mujeres. Mientras estoy, lo doy todo y sé hacer feliz a quien tengo al lado, pero nunca renuncio a mis sueños y es difícil seguirme. Ahora quiero dar la vuelta al mundo en un pequeño avión. No importa si lo consigo o no, la planificación es parte de la realización.
¿No sabe vivir sin desafíos? No. Mucha gente usa la racionalidad como motor de la vida, pero el motor es la fantasía. En cualquier profesión has de trabajar como un burro, pero tener horas libres para volar como un pegaso y poder verlo todo desde arriba, las nuevas posibilidades.
¿Qué más? Tienes que ser tacaño con tu tiempo libre, no pasar horas delante del televisor, escoger con quién te relacionas y alimentar nuevos intereses. Has de ampliar tu vida con cosas emocionantes y no conformarte con la rutina. Y ser capaz, cuando lo sientes, de empezar de nuevo.
Para eso hay que ser muy osado... Déjeme contarle una pequeña historia sobre la importancia de la voluntad: estando en Nueva Caledonia oí por radio: “Por favor, ¿alguien puede ayudarnos a entrar en la marina? Somos ciegos”. ¡Dos ciegos dando la vuelta al mundo!
Increíble. La fuerza de voluntad es lo más grande que tenemos. Lloré y me juré que no iba a volver a quejarme. En las islas Canarias conocí a un japonés manco que navegaba en un barco sin motor. “El brazo que me queda está muy fuerte y tengo los pies”, me dijo. Me envió una postal cuando llegó a Japón.
... Basta quererlo para conseguirlo, y esta fuerza la tenemos todos en nuestro interior, y es mucho más potente de lo que imaginamos. Este tipo de gente es mi norte.
Apunta alto. Debemos aprovechar bien nuestro tiempo porque es muy limitado, y dar valor a lo que hacemos. No creo que haya que cambiar por cambiar, pero hacer lo mismo cuarenta años me parece un error.
¿Qué es para usted la felicidad? Convertir la rutina de la vida en un espectáculo de fuegos de artificio sin límites. Tú eres responsable de tu felicidad, de tu cuerpo y de tu alma. El intelecto es un músculo que hay que ejercitar cada día, desarrollar nuevos campos de conocimiento. Yo cada mañana hago un poco de yoga y hablo conmigo mismo: “¿Qué voy a hacer de bueno con el día de hoy?”, me pregunto.
Exigencia que puede ser agotadora. Elegir es un privilegio que tenemos y poca gente lo usa. La ilusión también es un músculo que hay que ejercitar, y no debemos olvidarnos de dar las gracias si queremos ser felices. Si aprovechas todas las posibilidades que la vida te da, no resulta tan difícil.
Vía Alberto Andreu. Fuente: LA VANGUARDIA. Entrevista a Kurt Schmidt en la Contra de la Vanguardia. Por INMA SANCHÍS.