El sexismo en los cómics

Chicas Invisibles y Señoras Fantasma: ¿Hasta dónde hemos llegado? (Invisible Girls and Phantom Ladies: How far have we come?) Ensayo en tres partes aparecido en The Daredevils 4 a 6 (Marvel UK, 1982). Escrito por Alan Moore y traducido por Frog2000.
De acuerdo. Como se trata de un tema tan pegajoso, descubriré inmediatamente mis cartas. Soy un viejo hippie liberal y debilucho, con una mente frita y confundida que come quiches, salva a las ballenas, es amigo de la Tierra y está suscrito a Spare Rib, a “The Black One-Parent Gay Catholic Gazette” (la Gaceta de la familia Mono-parental Negra, Católica y Gay), y a “Animal Welfare against nuking the nazis quarterly” (la publicación Trimestral del Bienestar Animal a Cambio del Bombardeo Nuclear a los Nazis), y si alguien no quiere hacer nada a favor, entonces muy alegremente le golpearé en la cara hasta que su nariz sea lo suficientemente plana como para utilizarla para correr como si fuera unos patines en línea.
La razón de que esté listo para hacer una confesión a la cámara oculta es porque estoy bastante seguro de que después de leer el artículo, muchos de vosotros diréis sobre mí más o menos lo mismo que yo ya he dicho, y he pensado que me parecía mejor si yo lo hacía primero. Y la razón de que me coloque mi sombrero “Sou-Wester” para prepararme para el torrente de insultos, es porque este articulo trata sobre la mujer, y no creo que sea un tema muy popular en la actualidad. Hay un par de razones posibles para que las cosas sean así de tristes.
La primera es que un pequeño pero ruidoso porcentaje de feministas, obviamente está muy enfadado y tiene la personalidad dañada de forma irremediable. Se abalanza con alegría demencial sobre ejemplos de “sexismo” cada vez más triviales y sin importancia, haciendo declaraciones atrozmente retorcidas y generalizadas a la Prensa como la de “todos los hombres son unos violadores”, y por regla general, hace muy difícil sentir algún aprecio por ellas.
El problema surge cuando estas maníacas rabiosas son representadas en los medios de comunicación como una muestra representativa del movimiento a favor de los derechos de la mujer, reforzando de esa manera la imagen del feminismo que la mayoría de los hombres están ansiosos por aceptar como única verdad: un ejército de amazonas “gargolizadas” con el pelo rapado que fuman sin parar cigarrillos Woodbines, se ganan la vida como obreras de la construcción y tienen un físico que es un cruce entre el de Popeye y una furgoneta Commer.
La otra razón es que los hombres, a lo largo de los últimos miles de años más o menos, han disfrutado del privilegio y los beneficios que son parte integrante de haber nacido con el género masculino y son muy reacios a cederlos. Los hombres en general son una pandilla bastante insegura y cuando empiezan a sentirse amenazados por algo, tienden a responder lanzando sucesivas salvas de desprecio y escarnio, o, si eso falla, se niegan a tomarse totalmente en serio el asunto que se está tratando.
Generalmente, incluso la gente abierta de mente que cree que la abolición de la esclavitud en America fue algo bueno en su mayor parte, parece ponerse histérica y a la defensiva cuando su Celebración de Domingo se ve amenazada por el Movimiento Feminista. Supongo que si estos caballeros hubiesen sido los propietarios de una plantación sureña, habrían tenido la misma desgana a la hora de renunciar a los placeres que les proporcionaba que su criado negro les trajese un julepe de menta a la galería.
Así que de acuerdo. Básicamente esa es la situación, y además está oscurecida por un montón de tonterías, de ángulos obtusos y de pensamientos insignificantes por culpa de ambas partes. Pero una vez que se dejan atrás todas las malditas mentiras y estadísticas, es muy evidente que existe un serio problema.
En general, las mujeres no suelen tener ninguna oportunidad de hacer nada, y no sólo en casos tan obvios como que tengan igual salario por el mismo trabajo, o… ¿quién cuida del bebé? Pero estos sólo son síntomas que crecen a partir de una enfermedad central, una que afecta a cómo vemos a las mujeres y a cómo las tratamos en nuestra sociedad orientada desde hace mucho tiempo hacia lo masculino. Los medios de comunicación nos muestran cierto número de estereotipos diferentes con los que nos vamos formando nuestras ideas sobre la feminidad. Existe una amplia variedad de muestras diferentes, y todas son tan agradables al paladar como una langosta con cáncer de piel: Está esa especie de neumática de delantera desproporcionada sonriente y con poco cerebro con la que Barbara Windsor se ha forjado toda una carrera. También tenemos las putas masoquistas y serviles que popularizan las letras de los grupos de heavy-metal y los anuncios de after-shave. Luego están las esclavas del trabajo de lengua ácida que son furcias con el corazón de oro que se presentan cada semana en la serie “Coronation Street”. También tenemos a las indefensas víctimas temblorosas que han popularizado películas como “He Knows You´re Alone” (“Sabe que estás sola”, 1982) y “Dressed To Kill” (“Vestida para Matar”, 1980). Criaturas sin ninguna otra razón para existir que ser arrojadas contra las motosierras de enanos psicópatas travestidos. Quiero decir, imagina abrir el Sun todos los días y encontrarte la página tres adornada con una foto de un espécimen representando la masculinidad haciendo pucheros y vestido tan sólo con sus calzoncillos. Imagina a hombres desnudos tumbados desgarbadamente sobre el capó de un nuevo modelo de coche en la feria del motor. Imagina tener que escuchar a una sudorosa y repugnante versión femenina de Bernard Manning contando una ristra sin fin de chistes sobre suegros. Claro, es algo muy divertido la primera vez. Y quizá lo sea la segunda. ¿Pero tres veces?, ¿cuatro? ¿Cinco mil veces? ¿Te imaginas viviendo con algo así de insultante todos los días de tu vida? No es de extrañar que tantas feministas estén tan irritadas. Y los cómics tienen, a su manera, tanta culpa como los otros medios a la hora de representar una imagen distorsionada de las mujeres a sus lectores. Incluso en algunos aspectos son más culpables. Después de todo, los cómics suelen tener como objetivo una audiencia joven. Por lo general, los chavales jóvenes que van a la escuela tienden a reunirse sólo con personas de su propio género hasta bien entrada su adolescencia, antes de que conozcan y hablen con alguna mujer real. Y para ese momento el daño ya está hecho.
Cuando yo tenía siete años y empecé a leer la familia de cómics de Superman, de DC, no tenía ninguna razón para no creer que estuviesen reflejando la vida real. Y eso me llevó a formarme un cierto número de conclusiones interesantes, a la par que totalmente erróneas.
En primer lugar, sólo los hombres pueden ser héroes. Superman, Batman, Green Arrow… eran personajes a los que uno podía admirar. Los personajes femeninos, cuando surgieron, eran fotocopias pálidas y débiles de sus compañeros masculinos: Supergirl, Batwoman, Batgirl, la ridícula y oscura Señorita Arrowette… ninguna podría eclipsar a los Super-Tipos masculinos, en cuyas series solían aparecer de forma poco frecuente: Batgirl podía deslumbrar a los villanos reflejando los rayos de sol con el espejo que llevaba en su polvera. Supergirl, un ser con un poder cercano al del propio Superman, y que podía sacar planetas de su órbita sin sudar, pasaba su tiempo retozando con Super-gato o Super-caballo, o quizá enamorándose de los jóvenes de la Ciudad Embotellada de Kandor, que siempre resultaban ser villanos que querían usarla para poder vengarse de Superman...
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