¿La bolsa está cara?

La Bolsa está cara o barata?, me preguntaba el otro día un amigo. Y yo, haciendo gala de mis orígenes gallegos, le respondía: ¿cara o barata con respecto a qué? La economía (y la Bolsa), en tanto a ciencia social, se puede estudiar desde múltiples perspectivas. La búsqueda de la certeza puede llegar a ser tan infructuosa como la del mítico El Dorado. Sin embargo, un indicador como el PER (price earning ratio) permite responder en parte la cuestión planteada. El PER es el cociente entre la cotización de la acción (numerador) y el beneficio de la compañía (denominador). La Bolsa puede subir mucho y estar barata si los beneficios de sus empresas han subido mucho más. O mantenerse muy cara a pesar de caer los precios de las acciones que en ella cotizan con tal que los beneficios se hayan desplomado en un porcentaje superior. PER elevado es sinónimo de Bolsa cara. PER reducido, de Bolsa barata.
En la actual tesitura, un Ibex 35 cotizando 9 veces beneficios parece aportar algo de tranquilidad a aquel inversor que esté dentro del mercado. Siempre y cuando lo veamos desde la perspectiva de haber llegado a cotizar más de 25 veces en el ya lejano 2007, en plena burbuja inmobiliaria. En esa época el Ibex 35 llegó a valer 15.800 puntos. Ahora se encuentra por debajo de los 8.300. Un 47% menos.
Pero esta relatividad es todavía más exacerbada cuando comparamos la renta variable con su tradicional enemigo: la renta fija. En 2007 se podía invertir en imposiciones a plazo fijo (IPF) a un año al 7%. Hoy en día la mejor oferta se encuentra en el 4,5%. Un 40% menos de rentabilidad. Moraleja: con una bolsa cara y unos IPFs altos, los inversores preferían la irresistible adrenalina de la Bolsa.
En cambio, hoy en día, con una Bolsa barata y unos intereses exiguos, los inversores se decantan por la soporífera tranquilidad de un depósito bancario. No parece muy coherente ¿verdad? El tiempo decidirá cual se las dos estrategias habrá sido mejor inversión. En octubre del año 2008, el PER del Ibex 35 se desplomaba hasta 6,5 veces. En aquel momento no sabíamos si los precios eran de derribo o de ganga. Y es que temíamos ser tachados de necios y confundir valor con precio. Vamos, exactamente igual que ahora.
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