Tres amigos que no se ven desde hace años, discutiendo dentro de un
coche, con un montón de kilómetros por delante hasta una misteriosa cruz
marcada en un mapa: ésa es la premisa de Cenizas.
Unas extrañas circunstancias propician ese reencuentro surrealista entre Polly, Moho y Piter, que deciden emprender un incierto viaje a un destino más incierto todavía, durante el cual se irán revelando sus personalidades de alto calibre, a las que se unen secundarios de lo más folclóricos.
Encuentros y desencuentros, persecuciones, moteles de carretera, matones barbudos que tocan el banjo, un cementerio de barcos, cerveza a discreción, discusiones, resacas y cierta dosis de violencia y tensión sensual...: una mezcla explosiva entre road movie emocional y thriller gamberro en el que nada es lo que parece.
“Álvaro Ortiz ha cogido una coctelera y ha metido dentro Los Soprano, The Wire, Los puentes de Madison, a Paul Auster y a David Lynch, y los ha agitado hasta que ha salido esto, y luego, a falta de menta, le ha añadido una pizca de su malsana pero sorprendente imaginación, que es la que le da el auténtico sabor a la historia. Cómo odio al maldito Ortiz por su forma de colorear, cómo lo detesto por la magia que destilan sus paisajes urbanos y rurales, cómo me gustaría que se resbalara en la bañera al contemplar la increíble humanidad de sus personajes...”. Alfonso Zapico, autor de Café Budapest y Dublinés
Unas extrañas circunstancias propician ese reencuentro surrealista entre Polly, Moho y Piter, que deciden emprender un incierto viaje a un destino más incierto todavía, durante el cual se irán revelando sus personalidades de alto calibre, a las que se unen secundarios de lo más folclóricos.
Encuentros y desencuentros, persecuciones, moteles de carretera, matones barbudos que tocan el banjo, un cementerio de barcos, cerveza a discreción, discusiones, resacas y cierta dosis de violencia y tensión sensual...: una mezcla explosiva entre road movie emocional y thriller gamberro en el que nada es lo que parece.
“Álvaro Ortiz ha cogido una coctelera y ha metido dentro Los Soprano, The Wire, Los puentes de Madison, a Paul Auster y a David Lynch, y los ha agitado hasta que ha salido esto, y luego, a falta de menta, le ha añadido una pizca de su malsana pero sorprendente imaginación, que es la que le da el auténtico sabor a la historia. Cómo odio al maldito Ortiz por su forma de colorear, cómo lo detesto por la magia que destilan sus paisajes urbanos y rurales, cómo me gustaría que se resbalara en la bañera al contemplar la increíble humanidad de sus personajes...”. Alfonso Zapico, autor de Café Budapest y Dublinés