Aunque sea solo (José María Triper) Ley actual, septiembre 13



Ayer tuve la oportunidad de recordar a Hipatia. Y con ella volví a reflexionar sobre la insensatez del fanatismo, la irracionalidad amorfa de las masas y la cobardía del poder. Yo, como ella, prefiero luchar con la razón, aunque sea solo.

¿Un periodista económico metido a poeta? ¿Es posible? Pues sí. Ese es José María Triper. Aunque, sinceramente, pienso que es al revés. José María Triper es un poeta metido a periodista económico. 
Y no se con que arma lucha más a favor de la libertad si con la poesía o con el periodismo. 
En cualquier caso, Triper blande con gallardía la espada maravillosa de la palabra.
Nacido en Madrid, pero de origen segoviano y cordobés,  José María Triper es licenciado en Ciencias de la Información, jefe del Sector Exterior en el diario El Economista, columnista económico de El Adelantado de Segovia  y de las revistas Moneda Única, Finanzas y Banca y colaborador en las tertulias de Gestiona Radio. 
En su currículum nada hace sospechar que sea un peligroso y subversivo poeta. 
Anteriormente fue jefe de Nacional y Economía en el diario Información de Alicante, jefe de Economía y de Comercio Exterior en Cinco Días, redactor jefe del portal de información turística de Turespaña, director de Moneda Única y colaborador habitual de Expansión y El País Negocios.
Por si eso fuera poco José María Triper cuenta con los premios de periodismo del Club Español de la Energía (1990), de la Federación de Industrias del Calzado Español (1990), de la Cámara de Comercio e Industria de Madrid (1997) y del Club de Exportadores e Inversores Españoles (2003). 
Ha publicado también dos libros de relatos de historias de pequeñas empresas españolas que triunfan en el mundo: Pymes sin Fronteras I y Pymes sin Fronteras II, editados por el Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX).
Como poeta su obra incluye cuatro poemarios: Canciones para un Recuerdo, La Noche de la Espera, Mientras muere la tarde y Aunque sea solo.  
Es también autor de los textos en prosa poética del libro Campos de Castilla: Paisaje Poético Machadiano, en homenaje al inmortal poeta sevillano.
Aunque sea solo indaga en las preguntas arcanas de la existencia. 
Escribe Triper: De vez en cuando la vida se hace mayor y se oscurece. Las ilusiones se vuelven viejas, apagadas en nubes de tristeza. Las esperanzas se quiebran, de vez en cuando y hasta los sueños son sombras de un despertar de tinieblas en la inmensidad del tiempo. De vez en cuando se llora cuando se gana y se pierde. De vez en cuando la vida crece y se hace de noche, de vez en cuando. De vez en cuando… de vez en cuando la vida duele.  
Luis Farnox le asemeja a un moderno Mary Shelley. Su estilizado Frankenstein nos grita para sabernos vivos. Solo si somos conscientes del don de la vida merecemos vivirla. 
La poesía es una caricia suave que despierta a muertos. Y José María no se rinde a pesar de la crisis, a pesar del cansancio, a pesar de la soledad. Su aspecto físico delata a José María, cual corsario moderno y romántico militante, se lanza al abordaje de nuestras mentes para demostrar que poesía rima con economía. 
Luis Farnox tiene razón cuando sugiere que Triper nos va a dar el cambiazo. Frente a la economía de mercado, nos ofrece el superávit de los sentidos.
Según Ana Delgado, la obra de Triper se fundamenta sobre una metáfora que señala la continua aparición de un tiempo mejor. “Su actitud antirretórica es una estrategia diseñada para hacerse entender. Una forma de reaccionar contra el lado más sentimentaloide del romanticismo” afirma Delgado. 
El lenguaje de Triper es sencillo, con la voluntad de una fórmula escueta pero plagada de simbolismos, con porte y enganche, repleto de fascinación hacia la armonía, la hermosura, la independencia y la libertad. También, hacia la búsqueda de lo eterno porque la muerte es absurda, lo absurdo de desaparecer y no ser nada. José María Triper no trampea. 
Vive conscientemente. 
Escribe conscientemente. Respeta la realidad sin evadirse ni negarla. Se acepta. Y aceptarse es comprender y experimentar, sin negarlos ni rechazarlos, nuestros verdaderos pensamientos, emociones y acciones.