Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás dijo: “El progreso, lejos de ser consistente en
el cambio, depende de la retentividad.
Cuando el cambio es absoluto no quedan
hechos para mejorar y ninguna dirección existe para una posible mejora: cuando
no se retiene la experiencia, como entre los salvajes, la infancia es perpetua.
Aquellos que no pueden recordar el
pasado están condenados a repetirlo.
En la primera etapa de la vida la
mente es frívola y se distrae fácilmente, pierde progreso al caer en la
consecutividad y persistencia.
Esta es la condición de los niños y los
bárbaros, en la que el instinto no ha aprendido nada de la experiencia.”
Por
eso es importante conocer nuestros orígenes.
Y si el peor de los males es la
guerra, es imprescindible conocer los motivos que las han originado para
impedir que vuelvan a aparecer.
El horror de la guerra no soluciona conflictos,
los crea, los perpetúa, los enquista.
Y para explicar la
historia a través de sus guerras y de sus monstruos nadie mejor que Juan Espadas (Madrid, 1973).
También conocido
como Ioannes Ensis, puede que sea el
último bohemio madrileño. Ilustrado y romántico también es sentimental como el
Marqués de Bradomín de Ramón José Simón
Valle-Inclán Peña. Pintor, ilustrador, historietista, profesor y editor, el
licenciado Juan Espadas es profundo conocedor de la historia antigua,
especialmente de sus guerras.
Su obra ilustra las hazañas del bravo rey celta Breogán, cuyos dominios se extendían
por la actual Galicia. Según la tradición irlandesa y documentada en el Lebor Gabála Érenn (Libro de las
Conquistas Irlandesas) del siglo XI, Breogán construyó en la mítica ciudad de
Brigantia una torre desde la cual sus hijos, Ith y Bile, llegaban a
divisar Irlanda.
De las guerras célticas hablan esas crónicas.
Espadas también ilustra la marcha de los Diez Mil, la derrota de
Ciro el Joven contra su hermano, el
rey de Persia Artajerjes II, y su
posterior regreso a la patria lejana y añorada.
La obra de Espadas bebe de Anábasis, el relato original del historiador,
filósofo y militar griego Jenofonte, discípulo
de Sócrates.
Tan magna obra sería
lectura de cabecera de Alejandro Magno
durante su invasión al Imperio aqueménida. Las tácticas militares, los asedios,
los diferentes tipos de fortificaciones así como el armamento de la época no
tienen secretos para Juan Espadas quien se vuelca en un exhaustivo trabajo
etnográfico.
La técnica empleada no puede ser más sencilla: lápiz y bolígrafo
bic azul sobre cartulina de 180gramos y 15 x 10 cm de dimensiones. Pero también
en cartulinas, en papel reciclado, en servilletas de bar…
Pero donde Ioannes Ensis
despliega todo su virtuosismo es en el retrato.
Ion Chaney y Boris Karloff,
es decir el Fantasma de la Ópera, la Momia o Frankestein, representan la mejor
tradición de la literatura y cine de terror. Ioannes Ensis recoge la esencia de
unos monstruos inocentemente deformados.
Unos monstruos ingenuamente
aterradores.
Unos monstruos caricaturizados, víctimas y no verdugos de un mundo
egoísta, cruel y malvado.
Un mundo que a pesar de la distancia temporal, queda
mucho más cerca de lo que podamos creer, asentados en nuestras innovaciones
tecnológicas, en nuestro consumo de masas y en estafas de tal calibre que
harían sonrojar a nuestros adorables monstruos.
Vampiros y licántropos, medusas
y dragones, zombis y demonios, brujas y gárgolas, son mucho menos aterradores
que siniestros personajes modernos que manejan los hilos de la economía
mundial.