Pedro Riera: “El problema de las mujeres en Yemen no es la religión, sino el machismo”

Entrevista de Julio Soria a Pedro Riera: “El problema de las mujeres en Yemen no es la religión, sino el machismo”

Corría el año 2009 cuando Pedro Riera, escritor y publicista barcelonés, se marchó a vivir durante diez meses a Saná, capital de Yemen, donde su esposa había recibido una propuesta laboral.
Allí conoció una realidad que le dejó atónito, marcada por una profunda segregación de sexos y la consideración de la mujer como un ciudadano de segunda.
Intrigado, Riera decidió sumergirse a fondo “en aquel mundo apasionante y hermético”, para lo que realizó una cuarentena de entrevistas que, combinadas, han dado lugar al personaje protagonista de El coche de Intisar (Glénat), un cómic que “trata de romper con el estereotipo occidental de la mujer musulmana y mostrar lo mucho que tenemos en común con los árabes”.
Para entrar un poco en situación, Intisar es una joven yemení que lucha por mantener sus escasos reductos de poder. 
Hija de un padre despótico y asfixiada por los límites de una sociedad de acentuado carácter machista, sólo se siente libre al volante de su viejo coche, una lata con muchos años de antigüedad y que se escacharra a las primeras de cambio, pero con la que su propietaria ha forjado una relación muy íntima y especial. 
A través de sus experiencias, el lector podrá conocer un poco mejor la vida de las mujeres en Yemen, cuya situación se puede extrapolar a otros muchos países del mundo árabe.
Sin embargo, no es intención del autor tomar partido en un sentido u otro, ofrecer una simple opinión personal.
Muy al contrario, Riera elige el camino difícil y explica hechos y escenarios a través de miradas ajenas, dando voz a quienes no suelen disponer de ella. El resultado es un fresco que invita a la risa, la tristeza, la indignación y, por supuesto, la necesaria reflexión.
El guionista charla con La Huella Digital acerca de una obra dibujada por Nacho Casanova, responsable de tebeos como Y te diré quién eres, Mistigri o la aplaudida trilogía Autobiografía no autorizada.

Pregunta. ¿Cómo es la vida para una mujer yemení?
Respuesta. Desde luego, no es fácil. En Yemen, la mujer depende de un ‘wali’, que suele ser un hombre de su familia: padre, marido, hermano, tío… Quien le toque. Él es quien le da permiso para trabajar, para viajar, para sacarse el pasaporte, para estudiar en la universidad, para conducir, para ir al supermercado… Las tratan como si fueran siempre menores de edad. Por lo tanto, la situación personal de las mujeres varía mucho en función de la mentalidad del hombre del que estén a cargo. Si es un hombre de mentalidad abierta, razonable y sereno, quizás lleve una buena vida y sea feliz. Si por el contrario le toca un hombre conservador, desconfiado y celoso, puede que no le den permiso ni para salir a la calle y su vida se convierta en un infierno. Es una cuestión de suerte.  

P. Intisar es una mujer fuerte, rebelde, culta, valiente, osada… ¿Hay muchas como ella en Yemen?
R. Las cuatro amigas yemeníes que hice eran así, porque para trabar amistad en Yemen con un hombre extranjero hay que ser muy echada para adelante. He de aclarar que jamás me vi a solas con ellas, eso hubiera sido impensable. Mi mujer estuvo presente en todos los encuentros.
Respecto al resto de mujeres yemeníes, lo que se dice es que tienen un carácter fuerte y, aunque no tienen más remedio que aceptar que dependen de un hombre, no son dóciles ni sumisas. Saben muy bien cómo hacerles la vida imposible a sus maridos en casa si él las aprieta demasiado.

P. ¿Por qué le impactó tanto la segregación de sexos?
R. Era imposible que no me impactara. Aquí, en España, la mitad de mis amigos son mujeres. Para mí es imprescindible el contacto diario con ellas, y de repente me encontré viviendo en un país en el que la práctica totalidad de las mujeres salen a la calle con el velo integral y es imposible dirigirles siquiera la palabra. Tardé dos meses y medio en poder sentarme cara a cara con una yemení. Sin duda es lo que peor llevé de mi estancia. Aunque, cuando empecé a conocerlas, a las pocas que conocí, fue tan intenso e interesante que compensó por las semanas de frustración.

P. En el prólogo comenta que trabó amistad con dos mujeres yemeníes a las que tenía que ver a escondidas, “adoptando las mismas precauciones que tomarían unos amantes para citarse”. ¿Qué riesgos corrían estas mujeres al verse con usted?
R. Se jugaban mucho. De entrada, hay que entender que esas dos mujeres podían quedar conmigo a escondidas únicamente porque gozaban de cierta libertad de movimiento. Si algún conocido las hubiera visto en mi compañía y le hubiera ido con el cuento a su familia, lo más probable es que hubieran perdido de inmediato esa libertad, que para ellas es media vida. Las dos eran muy conscientes del riesgo que corrían, pero lo asumían porque era su única oportunidad de hablar de tú a tú con un hombre que no perteneciera a su familia sin que su cordialidad se malinterpretara.

P. Las mujeres yemeníes, ¿tienen esperanza en un futuro mejor?
R. En el período que vivimos allí, de septiembre de 2009 a julio de 2010, las mujeres no tenían esperanzas de que las cosas pudieran cambiar, pero menos de un año después estallaron las revueltas de la Primavera árabe en el país. En marzo de 2011, mi mujer y yo volvimos a Yemen durante un mes y tuvimos la suerte de que el viaje coincidió con el inicio de las protestas. Entre otros, hablamos con Tawakkol Karman, una de las tres mujeres a la que acabaron concediéndole el Premio Nóbel de la Paz de ese año. Ella nos dijo: “Si nos hemos pasado todos estos años luchando sin tener esperanza, imaginaos de lo que seremos capaces de hacer a partir de ahora”.

P. De todas formas, esta situación de asfixia se reproduce en muchos países del mundo árabe. ¿Diría que su obra es extensiva a todas esas sociedades en las que la mujer está considerada como un ciudadano de segunda?
R. Evidentemente. El problema de las mujeres en Yemen no es la religión, sino el machismo, que proviene principalmente de una tradición patriarcal preislámica y, por supuesto, de la interpretación parcial e interesada del Corán por parte de los hombres.  

P. Usted ya había escrito varias novelas, pero esta vez decidió apostar por un cómic. ¿A qué se debió esta decisión?
R. Hace mucho que tenía ganas de escribir un guión de cómic y decidí aprovechar que iba a vivir en Yemen para realizar ese sueño. Imaginé la historia desde el principio en este formato. Ni se me ocurrió plasmarla en una novela.  

P. ¿Cómo contactó con Nacho Casanova y por qué pensó que era el dibujante adecuado para plasmar su guión?
R. Nacho es un buen amigo. Hace unos cinco años que nos conocemos y me gusta mucho su trabajo. Pensé en él por varios motivos. De entrada, y aunque yo soy escritor y él es autor de cómics, nuestra forma de narrar es bastante similar. Además, su dibujo tiene un punto costumbrista que me pareció el idóneo para retratar la realidad de Yemen, y al mismo tiempo es amable, lo que permitía desdramatizar un poco la historia.

P. En la actualidad está preparando, junto a su esposa, un libro sobre su estancia de diez meses en Yemen. ¿Podría describirnos el contenido del mismo y cuándo será publicado?
R. El libro que estamos escribiendo es el que nos hubiera gustado leer cuando aterrizamos en Yemen. La idea es mostrar por dentro el mundo de la mujer yemení, en un tono periodístico y ameno. Va algo retrasado porque le hemos tenido que dar prioridad a otros proyectos. Yo estoy acabando el último tomo de la trilogía Hombre Lobo -Edebé-, que tengo que entregar a final de mes, y mi mujer está ocupada con trabajos alimenticios. De todas formas, en mayo tenemos planeado un nuevo viaje a Yemen para hacer algunas entrevistas que nos quedaron pendientes.