¿Destaca su personalidad por una desbordante energía canalizada en la planificación de grandes proyectos sin valorar las posibles consecuencias?
¿Alterna su forma de ser una euforia desmedida con episodios de máxima irritabilidad, seguido de sentimientos egosintónicos que le impiden ponerse en el lugar de cualquiera que no comulgue con sus ideas?
¿Sus pensamientos se aceleran, tornando fluctuante la atención de manera súbita ante cualquier estímulo externo?
¿Le acompaña de forma constante la grandiosidad en la autoestima e, incluso en ocasiones, ideas delirantes?
Estos comportamientos pueden provocar la ruina de muchos emprendedores.
Un proyecto desproporcionadamente ambicioso, inversiones astronómicas que apalancan recursos e inmovilizan todo tipo de activos, exceso implicación personal que obliga a trabajar día y noche sin otra ilusión que la búsqueda de una quimera y la incapacidad de reconocer la necesidad de ayuda (de socios, proveedores, amigos, clientes, familia, Administraciones Públicas) pueden hacer descarrilar no solo planes de negocio sino planes de vida.
Esta incapacidad de gestionar las emociones no solo afecta a los emprendedores.
A muchos zaragocistas también.
¡Cuántos encumbran a los jugadores fotografiándose con ellos, animándoles, luciendo sus camisetas y adornando sus habitaciones con posters y estandartes!
¡Cuántos largos viajes a horas intempestivas!
¡Cuántas evocaciones a glorias pasadas!
¡Cuánto apelo al orgullo de la historia!
Pocos son conscientes de otras circunstancias que no sean éstas.
Una vez que no se han logrado los éxitos anhelados el amor se torna odio.
Los jugadores ya no son de nuestros colores.
Ahora son mercenarios.
¿Deudas con Hacienda?
¿Límites salariales?
¿Concurso de acreedores?
Son conceptos incomprensibles para los forofos que solo observan en términos de blanco o negro.
Como los emprendedores, el Real Zaragoza deberá hacer examen de conciencia y tratar de enmendar los errores.
Pero otras circunstancias entran dentro de la dinámica del caos (ni siquiera de la aleatoriedad) y son imposibles de acotar.
Publicado en: El Periódico de Aragón, 12/06/16
¿Alterna su forma de ser una euforia desmedida con episodios de máxima irritabilidad, seguido de sentimientos egosintónicos que le impiden ponerse en el lugar de cualquiera que no comulgue con sus ideas?
¿Sus pensamientos se aceleran, tornando fluctuante la atención de manera súbita ante cualquier estímulo externo?
¿Le acompaña de forma constante la grandiosidad en la autoestima e, incluso en ocasiones, ideas delirantes?
Estos comportamientos pueden provocar la ruina de muchos emprendedores.
Un proyecto desproporcionadamente ambicioso, inversiones astronómicas que apalancan recursos e inmovilizan todo tipo de activos, exceso implicación personal que obliga a trabajar día y noche sin otra ilusión que la búsqueda de una quimera y la incapacidad de reconocer la necesidad de ayuda (de socios, proveedores, amigos, clientes, familia, Administraciones Públicas) pueden hacer descarrilar no solo planes de negocio sino planes de vida.
Esta incapacidad de gestionar las emociones no solo afecta a los emprendedores.
A muchos zaragocistas también.
¡Cuántos encumbran a los jugadores fotografiándose con ellos, animándoles, luciendo sus camisetas y adornando sus habitaciones con posters y estandartes!
¡Cuántos largos viajes a horas intempestivas!
¡Cuántas evocaciones a glorias pasadas!
¡Cuánto apelo al orgullo de la historia!
Pocos son conscientes de otras circunstancias que no sean éstas.
Una vez que no se han logrado los éxitos anhelados el amor se torna odio.
Los jugadores ya no son de nuestros colores.
Ahora son mercenarios.
¿Deudas con Hacienda?
¿Límites salariales?
¿Concurso de acreedores?
Son conceptos incomprensibles para los forofos que solo observan en términos de blanco o negro.
Como los emprendedores, el Real Zaragoza deberá hacer examen de conciencia y tratar de enmendar los errores.
Pero otras circunstancias entran dentro de la dinámica del caos (ni siquiera de la aleatoriedad) y son imposibles de acotar.
Publicado en: El Periódico de Aragón, 12/06/16